miércoles, 5 de diciembre de 2007

make me beautiful

Ya ví los primeros cuatro episodios de la quinta temporada de Nip/Tuck. Porque los cirujanos plásticos más extremos de Miami se cansaron de las arenas blancas y las palmeras, pero continúan con las altas temperaturas. Esta vez, al pie de los míticos montes que parecen hechos de celuloide. Christian Troy y Sean McNamara se mudan a Los Ángeles. Lugar de sueños, estrellas y promesas de fama incumplidas. El valle por donde pululan miles buscando popularidad y una portada en “In Touch”, “Us”, y si la suerte anda bien, en “People”. Si no quieren saber de qué va esta nueva provocación de Ryan Murphy (el creador de esta adictiva serie), les recomiendo no seguir leyendo, porque a continuación daré a conocer unos cuantos spoilers que pueden matarle la sorpresa a muchos.
La escena abre y se oye a Michael Bublé con "The best is yet to come". Imposible mejor indicador para saber lo que se viene luego. Christian y Sean llevan unos cuantos meses instalados con una clínica en Los Ángeles y aún no estrenan pabellón ni bisturís. Están preocupados. Con decirles que hasta los peces del acuario les quieren embargar, mientras matan el tiempo encestando tiros en una malla de basquetbol que tienen dispuesta al medio de la sala de operaciones. Idean ir a fiestas para hacerse promoción y se encuentran con una agente publicitaria que los salva del derrumbe: les ofrece participación en la creación y en la salida al aire (o sea, actuando) en una serie de televisión de cirugías plásticas llamada “Hearts ‘n Scalpels”. Y acá comienza lo interesante, porque veremos una serie dentro de otra igual. Una suerte de metalenguaje que, claro, es tratado como la más básica entretención, pero que un ojo agudo valora como un acierto del guión. A Christian lo “borran” de pantalla y Sean comienza a ser acosado como la nueva estrella de televisión. Tanto, que comienza a salir con una actriz del elenco, la que tiene problemas con un síndrome de sobrepeso, baypasses gástricos, y un autoestima por los suelos. Y Christian, menoscabado en su enorme ego, instiga a esta agente para subir sus bonos de popularidad. La oferta: una sesión de fotos donde el doctor aparecerá desnudo para una revista para mujeres, pero que en realidad leen los gays, “la mafia gay” como le llaman en la serie, esa que es poderosa en influencia, el circuito “hype” como le llamarían en la jerga coolhunter, y que unido a la notoriedad alcanzada por su colega en la serie de televisión, le servirá a la dupla para estrenarse profesionalmente en esta nueva ciudad. Los clientes les llueven, y como ya nos tienen acostumbrados…vaya qué clientes tienen. Comenzando por las dobles de Marilyn Monroe que se pasean por el Paseo de la Fama y que protagonizan una de las mejores imágenes que nos ha entregado la serie: Troy siendo rodeado por estas dos símiles a la diva de los 50 después de una noche de sexo.
La familia está lejos. Christian y Sean viven solo con el pequeño Wilber, el hijo adoptivo de Christian al que finalmente le entregan la tuición durante la cuarta temporada. Julia vive en Nueva York junto a sus hijos menores, Annie y Connor, el menor con malformaciones en las manos que nació durante la temporada anterior. Julia en un llamado telefónico, les avisa a la dupla que irá a visitarlos porque quiere contarle a Sean que tiene una nueva pareja, “Ollie” (la actriz Portia de Rossi, en la vida real pareja de la comediante Ellen DeGeneres). Sí, Julia luce su nueva condición de lesbiana. Y a Sean le baja el previsible machismo de porqué su ex esposa se convirtió al lesbianismo después de dejarlo. Ollie tiene una hija, Eden una adolescente bastante sugerente que llega a la consulta de Sean para que le recomponga su himen que fue dañado luego de un accidente ecuestre. De ahí, la relación de Eden con Sean es como una nueva versión de “Lolita” de Nabokov, o una nueva lectura del personaje de Kevin Spacey en “Belleza Americana”. Agréguenle a eso a Annie, que influenciada por su nueva hermanastra Eden, le pide a su padre una liposucción para conquistar a un chico de la escuela. Y como su padre se la niega, cede a las exigencias de Eden para que experimente con la bulimia. En paralelo, y por accidente, Christian se convierte en un gigoló por las noches, seduce mujeres y le pagan por una sesión de sexo. Eso, hasta que una de sus clientes le pide cumplir una fantasía de hielos en una bañera, de hipotermia y posterior “resurrección” mediante el acto sexual, práctica que la lleva al borde de la muerte y que Christian se arrepiente, reza en una iglesia y expía sus malas acciones ayudado por una monja, a la que acaba de reducirle las pechugas y que la convertirá, después de un pasado no tan santo, en una real sierva de Dios. Por otra parte Matt, el hijo de Sean y Christian, que acaba de ser padre de una niña que tuvo con la díscola de Kimber, llega a pedir ayuda a sus padres, porque de nuevo Kimber lo ha abandonado y él queda en calidad de padre soltero. Los padres lo apoyan, pero acto seguido, vemos a Matt llegar a una pieza de hotel toda destartalada, con el bebé a cuestas, y con Kimber sentada en el suelo de la cocina, drogada y como pidiendo que le inyecten nuevas dosis de cocaína. Matt se une en el juego, y la escena impacta, terminando con la pareja en una intensa escena de sexo, drogas y rock ‘n roll de fondo.
Así es como todo este exceso vuelve, y renovado. Porque el show de televisión en el que se ven envueltos los doctores actúa como un interesante telón de fondo. Porque con el correr de los episodios, nos revela detalles escabrosos del glamoroso mundo de Hollywood y la industria del entretenimiento. Desde adentro, desde ellos mismos. Una disección profunda en lo más patético del star system, y Nip/Tuck es el injerto morboso para espectadores hambrientos por más.

Para Buenos Aires, dedicado a mi gran amigo G. que llega pronto a Santiago a pasar las vacaciones de verano.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Nada se pierde, todo se transforma

"Ansiedad, de tenerte en mis brazos, suspirando palabras de amor…"

Suena Nat King Cole y esto huele a nostalgia. La cándida fotografía de mi sobrino de 8 meses surtió el inesperado efecto. El peninsular se enterneció con su otrora “sobrino político”. Y no pudo más. ¿Me puedes llamar a mi casa?, me dijo. Yo titubée. “Dame diez minutos que termino de conversar con un amigo y hablamos” siguió. Y yo escueto con un “Ok, perfecto. Te llamo”. Me desconecto, apago el computador, libero torpemente el teléfono de una maraña de cable enredado. Quiero un cigarro, no hay fósforos. Cuando ya los hay, no logro prenderlo con habilidad. Miro el celular esperando que pasen los 10 minutos acordados. “Córtate los dedos, no lo llames. Hazlo esperar. Qué se pudra. Pero algo quiere, quiero saber”. Todo esos pensamientos pasaban a mil por hora. Eran 20 para las dos de la mañana, tengo que levantarme temprano porque tengo que ir al diario, por la tarde hacer una entrevista a un prominente escritor para un trabajo del postgrado. Y me da lata todo. Porque desde que esto terminó, así ando. Apático, desanimado, sin entusiasmo por nada. Ni siquiera por el cuarentón, adinerado, macizo, profesional y galán. El Mr.Big que me anda rondando y del que no hago más que escabullirme. Apenas sonó por el otro lado del auricular todo cambió. Volví a escuchar a la misma persona que disfrutaba hace unos cuatro meses, antes de su partida a Italia. Hablamos 45 minutos y fue un déja vú constante. Su tono, su ritmo, su intención. Era el mismo, parecía nunca haberse ido y parecía que nunca esto se hubiese terminado. Estaba calmado, sin que nadie le interfiriera el momento. Hablamos del trabajo, de su aún incierta estancia en Chile pero de sus ganas de quedarse por mucho tiempo. La tormenta de la ruptura había amainado en ambos. Hablamos de las probables conquistas o coqueteos que hubiésemos tenido durante este tiempo. Para los dos hubo, pero nada de importancia. “Todavía estoy como fatigado, incómodo por lo que pasó” me confesó. Nunca le dije que me pasaba lo mismo, sí le dije que no tenía deseos de estar con nadie. Nos reímos con un mensaje de texto que recibí el domingo de parte de él, donde me contaba que estaba comiendo un helado San Francisco de Tronco de Castaña, nuestro favorito, y como inmediatamente yo partí por uno igual. Hablamos de un video de you tube donde se mofan de Monica Belucci y nos reímos. Me contó que estaba saliendo poco (lo noté al verlo estas últimas semanas, todos los días conectado a Messenger), que se iba a Italia a pasar Navidad y Año Nuevo, que vuelve en enero porque tiene unos seminarios que realizar, que no sabe qué hará en febrero porque le han dicho que nadie anda en Santiago, y que en marzo termina su magister y si no encuentra trabajo estable, a su pesar, deberá marcharse. Pero no quiere y hará lo imposible por quedarse. A veces las conciliaciones resultan cuando son menos forzadas, cuando no hay por delante “un tiempo” o un “intentémoslo de nuevo” para cumplir. Es la primera llamada telefónica después que todo quedó irremediablemente atrás (después de su desubicada “runaway” el día de mi cumpleaños) y creo que es muy pronto para aventurarse sobre lo que va a pasar a corto plazo. Quiere que volvamos a conversar mañana, claro que un poco más temprano que hoy. Todo dice asegurar que retomaremos el ritual de las conversaciones telefónicas eternas que tuvimos en un primer momento. Me dice que no debo quedar atrás con mis clases de italiano. No le respondo nada claro. Lo único claro es que, a mi pesar, me siguen pasando cosas. Cosas que no siento por ningún otro y que al parecer no quiero sentir. Aún está presente, no se ha ido. Sigue marcando terreno y sutilmente no quiere ceder. Demostró celos cuando me preguntó altaneramente por “ESE” que me pretende. Después le dije que nunca le he fallado, a lo que asintió, y yo rematé con “acá el que ha fallado es otro”, y hubo un afirmativo silencio desde el otro lado. Y así. Momentos tensos pasados por terciopelo, porque fue una conversación descontaminada, voluntariosa, como de bienvenida. Y sí, quizás tropiece de nuevo con la misma piedra, pero cuando el sentimiento manda, nadar contra la corriente se vuelve inútil. Que pase lo que tenga que pasar.

“Si estás oyendo, vuelve. Ni siquiera saludes. Con la luz de la mañana, abre puertas a patadas. (Niño) vuelve que no hacen falta razones… Me muero por verte, volver a tenerte”.
Ese último momento. Alejandro Sanz
.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Yo no soy ese

Escucho canciones de amor, idealizo una relación de pareja, hago regalos, compro flores, invito a comer y me preocupo cuando está enfermo o tiene una dolencia. Pero… “yo no soy ese que tú te imaginas, la paloma blanca que le baila al agua, que ríe por nada…ese niño sí, no. Ese no soy yo”. Bien que la cantaba Mari Trini.
Es complejo darte cuenta que, en realidad, no eres así. Que todo forma parte de un simulacro, de la grandiosa actuación de tu vida: La de sentirte enamorado. La de cumplir el rol de “pololo, pareja o amante”. A ratos suena idílico provocar que florezcan los árboles, que suenen los pajaritos, que el encuentro sea furtivo e inolvidable como en la mejor película norteamericana, o tener conversaciones llenas de frases y reflexiones para el bronce (como los diálogos de Dawson’s Creek. Sí, veía D.C, soy viejo, me quedé en el pasado, ¿Y?). En fin, ahora que miro para atrás vi que monté la escenografía perfecta para que los actores se movieran a la perfección y dijeran sus parlamentos con claridad. La misma exactitud con la que embelesé a los espectadores y oyentes de mis aventuras. Algunos hasta me miraron con incredulidad ante lo extremadamente maravilloso y perfecto que sonaban mis relatos. Y era así no más. El esfuerzo por hacer funcionar “una máquina” que debía andar y provocar en mí, en mi pareja y en el resto, sentimientos de un momento inolvidable. Fue bonito, no lo dudo ni me arrepiento. Pero ya no más.
No necesité de ningún tipo de terapeuta para saber que, en realidad, no soy para eso. Desgraciadamente soy mucho más impersonal de lo que pensé. Afortunadamente soy una persona independiente, que goza de su libertad de moverse solo por el mundo. Que no le gusta que lo controlen, que si lo hacen saca a relucir su peor humor. Quizás lo mejor sea una relación a distancia, porque me aburre estar siempre tocando la misma tecla. Por motivos prácticos aún tampoco puedo: vivir con tu madre, ignorante de tu condición, súmale mi desinterés por desempolvar lo que creo que es un tema íntimo, propio y que si no quiero no lo cuento, da como resultado que me complique tener que cumplir con obligaciones de alojamiento y estancia permanente con una persona. Por más que la quiera mucho.
Creo que durante todo este tiempo cumplí un rol que está fuera de lo que mi esencia parece gritar a voces. Todo esto se resume a que no sé si quiera estar con alguien, como tradicionalmente se está. Sueno cínico, descreído y un poco frío. Sí, quizás lo sea. Egoísta y mañoso también. Pero deshonesto nunca. Creo que el amor es el sentimiento más maravilloso e incomparable que pueda sentir un ser humano vivo, pero hay acciones y actitudes que no se deben forzar para que lo que ya es perfecto, sea empalagoso. Quizás el papel del guión anterior me calzó a la perfección por cierta inmadurez, por el deseo quinceañero de ver las estrellas por las noches, por dibujar corazones en el cuaderno, o por tallar en los árboles las iniciales de tu nombre y el de él. Y no digo que esté mal, pero creo haber crecido. Disfruto de la compañía de alguien que respete mis espacios de la misma manera que yo hago con el resto. Seguramente esto de encaminarme poco a poco hacia la treintena me haga ver las cosas más como un adulto. El enfoque es distinto y soy otro.
Termino este relato escuchando en el iTunes una canción de Miranda! cuyo estribillo dice: “No voy a ser tu galán, fue la primera cosa que yo pensé…”. Justamente es eso. Es lo que hay.

lunes, 5 de noviembre de 2007

"No me hablen más de ese caballero".

No tengo casa en Miami, ni me he casado con un ex presidente. Tampoco tengo mi juego de maletas Louis Vuitton ni un penthouse en el barrio San Damián. Pero nos une a cada uno, un hombre peninsular. Uno que conocí a fines de marzo, y ella –contando desde la fecha que se hizo vox populi- en mayo. Ambos no queremos dar más explicaciones sobre nuestro romance. Terminó y punto.
En mayo, cuando el affaire Bolocco-Marocchino salió a la luz pública sentí que algo tenía en común con la diva de Chile. Porque no usaré sandalias ni haré comerciales de cosméticos para una de las grandes tiendas, pero tenía mi “cartita bajo la manga”. Un abogado de 30 años, proveniente de Roma, mi profesor particular de italiano, avecindado –en ese entonces- hace ocho meses en Chile-, que colaboraba académicamente para una universidad pagada y realizaba un magister en derecho internacional en una universidad pública. Intachable, un macho heterosexual por donde se le mirara. Serio, masculino y afable. Su sueño: trabajar para la Unión Europea en Latinoamérica. Quizás ese sueño fue el “tercero” en nuestra historia. A modo de análisis, al parecer él siempre tuvo prioridades mayores que la de formar una pareja.
No quiero parecer mal agradecido porque sentirme enamorado fue maravilloso. Nuestra aventura lo fue. El tiempo que duró fue un galán, y la distancia fue quizás lo que más dolió en todo esto. Porque enfrió lo que había, porque tanto ni yo ni él éramos los mismos después de su regreso desde Italia. Esa fue la impotencia que sentí después del quiebre, que las cosas no se hubiesen mantenido tal cual se dejaron, el darme cuenta que posiblemente el lazo que intentamos unir fue frágil cuando lo que más pretendí es que no fuera así.
Tantas cosas y tantas recriminaciones cuando una historia llega a su fin. Sin embargo, duele más el juego, a ratos perverso, de querer reconquistarte cuando el acuerdo de no seguir juntos ya estaba claro. Cuando te invitan a almorzar el día de tu cumpleaños, pero te anticipan que a la celebración que tienes en la noche no irá porque “se viaja con amigos del magister a Lima”. Esa doble jugada, bipolar y cruel, que en un comienzo sigue doliendo, pero que termina alejando más y confirmando desilusión y apatía.
Tengo mi Messenger dividido por categorías, al “signore” en cuestión lo tenía encerrado en la categoría “il mio amore”. Ayer, actualizando datos, lo arrastré hasta la categoría de “otros contactos”, al no encontrar otra donde encasillarlo. Y quizás esa haya sido la prueba más tangible de este rompimiento. Son gestos insignificantes pero muy reveladores. Son tus duelos propios. Cuando simbólicamente pones la lápida, la limpias, le pones flores y apoyas una de tus manos sobre ella para levantarte y dejar atrás. Y que se queden los buenos momentos y que la experiencia hable por sí sola en un futuro.
El viernes que pasó viví uno de esos encuentros que te dejan hinchado y sobreexcedido de cariños. Algo así como treinta voces –y faltó poco menos de la mitad- me cantaron el cumpleaños feliz. Y no pude estarlo más. Me confirmaron que no estaba solo. El beso, el abrazo, la mirada, la sonrisa y el palmoteo en la espalda fueron muestras de una incondicionalidad emocionante. Eso y mucho más me hace pensar que “basta de lamentos”, porque esto continúa. Pero les pido: “No me hablen más de este caballero”.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Callar a los inocentes

Iris tenía 12 años y caminaba de sombrero, cartera, una blusa floreada y un shorcito rosado. Iris tenía 12 años y era prostituta. Desamparada, encontraba seguridad en un taxista que enajenado, hacía su ruta diaria por Manhattan. El taxista se pela, se hace tatuajes y le habla al espejo con una pistola en la sien. Pero sentía que tenía una razón por la cual estar ahí: Iris.
Pero Iris creció y se convirtió en Clarice. Clarice también tenía un pasado doloroso. La historia sugería una violación o violencia familiar por parte de su padre. Eso, hasta hacerse oficial del FBI donde le encargan el caso de Bufalo Bill, un psicópata que secuestra mujeres y las devora en su casa. Las tiene encerradas en una fosa, mientras él se trasviste. Para atraparlo, la dura Clarice se asesora de otro criminal: Hannibal “el caníbal” Lecter, un hombre con inteligencia superior que devoraba a sus víctimas y se las daba en la cena a sus invitados.
Después de una década. Meg Altman es una mujer divorciada, algo neurótica que llega junto a su hija a vivir a un enorme piso en Nueva York. La hija sufre de diabetes y tiene alteraciones de glicemia. Una noche una banda de asaltantes entra y lo único que les queda para resguardarse es una habitación fortalecida dentro del mismo departamento, donde pasarán encerradas durante todo lo que dura la historia. Tres años después, la misma Iris, que creció para ser Clarice y luego convertirse en Meg, toma el cuerpo de Kyle, una madre que en las puertas de la separación, toma a su hija y la lleva en el viaje inaugural de una compañía de aviones que ella misma ayudó a diseñar. Durante el vuelo, raptan a su hija y en la desesperación ella toma de rehén a toda la tripulación.
Todas son mujeres fuertes, con dolores, con historias pasadas. Son personajes derrotados o al límite. Son mujeres golpeadas por las circunstancias y que su carácter las describe por sus actos. Mujeres corajudas, valientes y duras. Jodie Foster nació para lucirse en la gran pantalla con este registro. Erica Bain es su nuevo desafío. Una conductora de radio, que en un paseo nocturno junto a su novio de color y su perro, es víctima de un ataque de una banda de delincuentes que asesinan a su prometido y a ella la dejan en estado de coma. Su personalidad cordial y enamorada cambia para transformarse en una mujer fría, ruda, dañada. Quiere tomar venganza por sus propias manos, y comienza a ser la anónima heroína de Nueva York, eliminando a todo delincuente que se le cruce enfrente. “The Brave One”, o “Valiente” como se llamaría en Chile, está dirigida por un director intenso. El realizador de la shockeante “El Juego de las Lágrimas” y la altamente conmovedora “El Ocaso de un Amor”. Hablo de Neil Jordan.
Quizás todos estos párrafos escritos se justifiquen por mi admiración por Jodie Foster, y no los podía dejar pasar. Pero la verdadera finalidad viene acá: “Valiente” no se estrenará en Chile. ¿Porqué? Por que la película, según los censores, es políticamente incorrecta para los nacionales que llenan las salas de cine. ¿La razón? El filme no se condice con la moral de justicia que se quiere implementar en Chile. Si la película hace alarde de tomarse la justicia por las manos, producto de un cuerpo de policía negligente, justamente es algo que no se quiere difundir en Chile. Ni siquiera como una expresión artística y audiovisual.
Le preguntaba a la encargada de prensa de Warner acerca de qué pasaba si, producto de las infinitas loas que ha recibido la Foster por este rol, la Academia y todos los premios venideros, la premian con una nominación, o incluso con una estatuilla… “¿Van a mantener la postura de no estrenarla comercialmente?”, “Por el momento así será. Si la gente la quiere ver, tendrá que arrendarla cuando salga en DVD”. Lamentable, y por dos razones. Estoy cansado de que se trate a la gente como infantes, como personas no pensantes a las que hay que dirigir el pensamiento. Me cansan los poderes fácticos que desde la oscuridad quieren manipular las conductas. Eso no es de sociedad en vías de desarrollo. Cómo se nos sale el provincianismo.
La otra razón es estrictamente cinematográfica. Se estrena tanta tontera en los cines (y me consta) y no se estrenan películas que abren la discusión, que generan movimiento y debate. Porque el cine debe también tener esa función. Porque uno busca entretención, claro está, pero si hay un valor agregado aparte, bienvenido sea. “Valiente”, lejos de lo valiosa artísticamente que puede ser –y lo es, porque tuve el placer de verla- es enriquecedora a nivel de la temática que plantea, porque el argumento ciudadano que toca siempre es un tema a nivel de agenda social. Porque consigue ser rupturista dentro de los cánones clásicos. Si le sacan esa absurda prohibición, no duden un segundo en verla.

viernes, 26 de octubre de 2007

Las Horas

Mrs.Dalloway said she would buy the flowers herself…

Se siente extraño organizar tu fiesta de cumpleaños sin el ánimo acostumbrado. Acostumbraba despedirse octubre para que todos los preparativos conmemorativos a mi nacimiento comenzaran a tomar forma. Y tal era mi entusiasmo, que así como la Señora Dalloway, me paseaba por la calle Mosqueto con flores frescas recién compradas. Personalmente, noviembre es el mes de la primavera, del sol, de la ropa más holgada y de los colores. Y aunque las flores que compraba poco y nada tenían que ver con la celebración de mi cumpleaños, las compraba. Algunas las regalaba y ya. Era como un ritual.
Este año no. Mi humor es como el de la película “Perdidos en Tokio”: contemplativo, melancólico, introspectivo, hasta un poco triste. A ratos me siento como Julianne Moore en “Las Horas”, casi obligada a prepararle la torta a su marido que está de cumpleaños. O como Nicole Kidman en la misma película, como Virginia Woolf reflejando su espíritu con el de un pajarito muerto que encuentran con su sobrina en el patio de su casa en las afueras de Londres, casi como la moderna señora Dalloway que interpreta Meryl Streep, cuando después de quebrar los huevos y batirlos nerviosamente en un bol, rompe en un desesperado llanto frente a Louis, la ex pareja de Robert, su amigo enfermo de Sida. Esto de la ruptura no ha sido todo lo fácil que pensé.
Llevo una semana con un resfrío que lo único que ha provocado ha sido aumentar el desgano y el mal genio. El pasado wikén durmiendo, literalmente, todo el fin de semana, congestionado y creo que hasta con un poco de fiebre. Y cuando creía que el cuadro viral iba en retirada, la madrugada del miércoles con mi amiga Bettie Page y buscando un lugar para la mentada celebración –en donde terminamos bebiendo cerveza y comiéndonos un creme brulée en el Gran Central- terminé con la garganta obstruída que se agravó después de una fría noche de canto con Soda Stereo en el Nacional. De eso, hasta hoy casi sin voz ni palabra que articular fonéticamente.
Las defensas me bajaron por una situación emocional compleja. Porque después de hacerme el valiente diciendo “no, si estoy bien, relajado. No se preocupen”, los lamentos igual llegan. Por todo lo que diste, por lo que esperaste, por que quizás te apresuraste en decidir el cierre de todo esto. Tantas cosas. Incluso porque, cuando crees que todo está entendido entre las partes, el aludido aparece haciéndose el desentendido con un “¿porqué no nos vamos a Buenos Aires?”.
Por otro lado, siento que celebrar un nuevo año de vida lo tengo completamente merecido, porque hartas cosas buenas me han pasado. Porque mi lado positivo trata de pensar que “la vida no se termina acá”, porque tengo una importante y siempre muy querida cantidad de amigos que parecen aumentar año a año, y han sido tan incondicionales. Porque necesito un subidón, un “cumpleaños feliz” cantado con fuerza animal y el excesivo cariño de siempre. Por mi parte, el lugar ya está decidido, los exclusivos invitados elegidos, las invitaciones enviadas. Solo queda esperar que este resfrío “poco gracioso” se vaya pronto. Y a celebrar…qué más da!

miércoles, 17 de octubre de 2007

Down with Love

Sin un par de Manolos, pero con zapatillas Diesel y chaqueta Christian Lacroix, terminaba triunfante un negro fin de semana largo bailando al son de una música electrónica imperfecta, y en la mano, un inmejorable cosmopolitan en el Bar Central el domingo pasado por la noche.
Celebraba una temporada de buenas cosechas profesionales que me tienen felizmente ocupado haciendo lo que me gusta, lo que siempre soñé. En el momento preciso y en el lugar indicado. Celebraba, quizás anticipadamente, mi reingreso al mundo de la soltería. Porque la viudez temporal que por meses cargué se transformó en desgano y desencanto. Esa maldita distancia que cambia y hace ver las cosas de distinta manera. La distancia que trae consigo mesura, y en mi caso nuevos proyectos personales/profesionales que me hicieron revisar con detención si era vitalmente necesario mantener lo que había. Y al parecer no. Estoy acomodándome a un nuevo ritmo, y al parecer, durante el transcurso no hay tiempo para algo comprometido y serio. Porque no está la atención y el interés que le quisiera dedicar. Por ahora no, más adelante bienvenido sea. Espero.
Lo mejor de todo es la armonía y la paz que dejó una (siempre triste) ruptura. No hubo platos ni sartenes volando por los aires. Incluso más, cerramos todo prometiéndonos amistad y cariño. Buena onda, porque fuimos para ambos inolvidables. Un beso y una fraterna sesión del mejor sexo fue el cierre de un capítulo encantador en mi vida. Idílico, para muchos in-creíble. Pero fue más que real, y a varios les consta.
Pero debo reconocer que el domingo, antes de pisar el Bar Central y mucho antes de concluir esta historia, sufría la apatía del desencanto, de que no hubieran resultado las cosas como las pensé, y todas esas pequeñas y grandes cuchilladas que uno se proporciona cuando vemos que lo que tenemos se va por la borda. En ese momento, mi querida amiga Bettie Page –a la que imaginaba en la terraza de la casa de veraneo de su novio junto a sus suegros- me envía un alentador mensaje que proponía irnos de copas y perdernos por la ciudad. Acepté, cómo no. Había que borrar cualquier rastro de vegetatividad de mi entorno más próximo.
Y entre un encantador chico que oficiaba entre garzón y medio administrador del lugar, y otro que, bailando, pasaba a llevar fuertemente a mi amiga cuando me corría de su lado y no podía regalarme una masculina y sugerente mirada, terminó una agradable noche de domingo víspera de feriado, en un Santiago más desértico de lo que cualquiera se pueda imaginar, y con el último de los especímenes citados, siendo devorado a besos por una bruja antes que cayera ante los embrujos de quién les escribe.
Rewind. Antes del llamado, leía la revista femenina del diario de mi competencia donde aparecía un completísimo artículo que contaba la vida de Sarah Jessica Parker. Sí, la célebre Carrie Bradshaw que pretende volver a sus andanzas en Nueva York con sus tres amigas, pero ahora desde la gran pantalla a partir del mayo del año entrante. Y recordé a Mr.Big. Qué gran personaje. El inconquistable e incomprometido. Irrefrenable e Irresistible. Inevitable e i… (súmele todos los i que quiera). Chris Noth, el actor detrás del personaje. Una de las principales causas por las que no me perdía la serie. Todo lo que uno puede soñar. Algunos no estarán de acuerdo, pero según mis cánones, no podría pedir más. Sí que habían razones para envidiar a Carrie.
Pero como a nadie le falta Dios, al señor Perowne tampoco. Extrañas circunstancias me han cruzado con mi propio Mr.Big: Masculino, macizo, cuarentón, adinerado, profesional e incombustible galán. Todo en uno. Pero está en stand-by. Por más que insiste excusándose en halagos en cuánta intervención mediática hago viernes a viernes (o algunos sábados) en el medio en el cual escribo, aparece con un llamado, un mail y eternas loas con intereses creados. Y ha sido paciente, y yo he sido valiente. Nunca me dejé rendir a sus encantos (que no son pocos) mientras pasaba mi época de fiel viudo esperando que llegase el peninsular. Y él, mientras le resumía mis estados de ánimo, levantaba un panegírico a la autoestima, que me revitalizaba, llegando casi a imprimir uno de sus mails que era mejor que cualquier terapia o libro autoayuda tipo Paulo Coelho o “Quién se ha robado mi queso?”.
Y persiste. No sabe de mi actual condición, y pretendo aún no confesárselo, porque se tirará como abeja a la miel. Ha sido persuasivo y tenaz. Alguna vez, encaprichado, me dijo que jamás perdía o dejaba de lado algo que le robara el sueño. No sé si lo está logrando, pero por el momento deseo mantener la distancia. La ruptura es muy reciente e involucrarme en otra historia podría resultar desastroso. Pero sigo aquí, con la cabeza cuadrada de tanta película, pero afirmándome y dejándome querer.

jueves, 20 de septiembre de 2007

bella sin/con alma

Mi teclado pesa y piensa. Se ha demorado en decidir si contar esta historia o no. Cuando decidió hacerlo, tuvo otro conflicto: Cómo contarla. El siguiente relato viene a cerrar una trilogía de mujeres características en cualquier círculo social existente (la egocéntrica, la promiscua y, ahora, la infiel). Seguramente a muchos de ustedes les haya incomodado ciertas descripciones y características de las anteriores. Siempre se habla de este tipo de personajes a escondidas, en susurros, por detrás. Molesta mirarnos al espejo y poner en evidencia que todo lo que hablamos con ese desparpajo acostumbrado a la hora del chisme puede estar escrito en un blog para conocimiento público. Para algunos este puede ser un ejercicio cruel (y en parte lo es), pero prefiero pensarlo como un ejercicio más honesto que el acostumbrado.
Juzguen ustedes si esta historia, es una historia de infidelidad o de amor. Personalmente pasé por los dos estados, pero estoy convencido y adhiero a la segunda opción.
Libertad es una joven profesional. Mientras estudiaba la carrera que hoy ejerce, se convirtió en la alumna estrella, la mejor de su generación. Siempre con una actitud serena, relajada y nunca protagonista. Era un talento silencioso pero productivo. Libertad es una mujer discreta, sensata. Educada en una familia de clase media acomodada en un barrio tradicional del gran Santiago. Hasta el año pasado llevaba 8 años de noviazgo con quién se casaría en diciembre. Luego de una exitosa práctica profesional en un prestigioso suplemento cultural, Libertad fue requerida para la sección de Cultura y Magazine de una revista que se obsequia con el diario de su entonces competencia. Así pasó todo su 2006, entre planificando su matrimonio y haciendo artículos que pretendían ser interesantes pero que solo sacaban bostezos. Pero no era su culpa. Su novio, un ingeniero conservador, fanático del motocross se iría un día después del bullado casamiento, a Los Ángeles, California, a estudiar un MBA en UCLA. Y Libertad como buena y fiel esposa lo acompañaría hasta el fin del mundo si fuese necesario.

“Aquel mensaje que no debió haber leído, aquel botón que no debió haber pulsado. Aquél consejo torpemente desoído, aquel espacio era un espacio privado. Pero no tuvo ni tendrá la sangre fría ni la mente clara y calculadora. Y aún creyendo saber en lo que se metía, abrió una tarde aquella caja de pandora…”

Escribiendo esta historia se me cuela una canción de Jorge Drexler llamada “La infidelidad en la era de la informática”, que iré intercalando a partir de ahora. El momento en el que Thomas Perowne, sí el mismo que les narra, se ve involucrado indirectamente en esta teleserie.
No entiendo como Libertad dejó que todo lo que viene sucediera y llegara a esos extremos. Contaré la historia tal cual se dio. Libertad se casó en un matrimonio auspiciado por los padres de ambos. Se veían preciosos y todo fue muy bonito, según lo que me contaron. Al día siguiente, el novio dejaría Chile para reencontrarse con su amada en el mes de febrero en el país del Tío Sam. Libertad se fue en febrero, imagino que atormentada y no tan feliz por la historia que dejaba en Chile…
Llegó marzo y Thomas debía inscribir ramos en el magister que realiza. Le llega un correo dando aviso de este trámite y en su remitente aparecen todos los inscritos a los cuales le enviaban el mismo anuncio. Uno de esos correos era el de Libertad. Extraño. La imaginaba en la ciudad del cine, con mucho sol y palmeras, planeando su año probablemente estudiando algo. Pero no.
Thomas acude a la toma de sus ramos, y pasa a saludar a su querida profesora y encargada de todos los trámites de titulación de los egresados. Le cuenta en qué anda, y le pregunta si ha sabido algo de Libertad. Ella le dice “Ah! Que no supiste? Libertad está de regreso en Chile. Su novio la mandó de regreso luego que le pillara su casilla de correos abierta con mails de su amante en Chile”.

“Y la obsesión desencripta lo críptico, viola lo mágico, vence a la máquina, y tarde o temprano, nada es secreto en los vericuetos, de la informática…”

El amante de la aludida era uno de sus compañeros de trabajo de la revista. Casado y padre de un hijo de casi dos años y uno de siete meses de gestación. Insatisfecho de su matrimonio, cuando sabe que Libertad se viene de regreso a Chile (ella lo llama desesperada desde el aeropuerto de Los Ángeles. Lo mismo hizo para avisarle a su familia) decide romper con su esposa diciéndole que la deja porque está completamente enamorado de otra mujer (sic).
El novio engañado, destrozado y valiéndose de las amistades de su padre en la empresa editorial donde el amante de su esposa trabajaba, se encarga de que las máximas autoridades sepan del caso. Pero en vez de estos despedir al periodista, lo que hacen es cerrarle las puertas para cualquier oportunidad de trabajo a la mujer que viajaba por el Pacífico de vuelta al Chile de sus orígenes.
Para más, el conservador novio engañado, le pide la nulidad eclesiástica a Libertad, mientras él es presa de una profunda depresión, que lo tiene hasta la fecha en tratamiento, y con constantes visitas de familiares hasta su residencia en los Estados Unidos.
Thomas supo todo esto en menos de cinco minutos, y quedó en shock. No podía creerlo. Y más cuando conocía a Libertad, al novio y al amante (había trabajado con él durante su práctica profesional). Y era tan fuerte la historia que todo le impedía tener un juicio. Es más, todavía no sabe si lo tiene (no sé si sería bueno tenerlo). Lo único que piensa Thomas hoy, luego de haber sido informado de una de las historias humanas más asombrosas que hubiese escuchado nunca ( y que sólo había visto en teleseries), es que por más que hubiesen errores en la manera que Libertad hizo las cosas, éstas ya fueron así. Y aunque ahora Libertad luce un estado de ánimo menos interesado, más oscuro y apático, luce de la mano y junto con ese hombre que hoy se atreve a mostrar en cumpleaños y celebraciones. Y se ve feliz.

martes, 18 de septiembre de 2007

El Primero

Hay personas que jamás dejarán de existir en tu vida. Personas que dejaron recuerdos imborrables, marcas imposibles de arrancar. Eduardo, y uso su nombre original, representó aquel momento de cambio e incertidumbre. En su figura remito todo el gran descubrimiento que significó autodefinirme bajo la condición sexual que llevo actualmente. La llegada de Eduardo a mi vida significa, quizás, el gran quiebre del inicio de mi vida adulta.
Nuestra relación duró un año. Comienza en la Nochebuena del 2004, y termina a mediados de enero del 2006. El 2005 fue un año difícil en lo personal. Práctica profesional, fin de la carrera, entrega de tesis, examen de grado y Eduardo. Un vendaval que trajo consigo todo lo que soy, sentimental y emocionalmente, hoy. Era el fin de una etapa, la del estudiante, y el lógico comienzo de una vida adulta, en donde supuestamente debía salir al mundo, mostrarme y valerme de manera autónoma e independiente. La búsqueda incesante de trabajo, la incertidumbre por lo inútil que se hacía esa búsqueda, y el acomodo a esta nueva condición que apelaba a mi mundo interior. Día tras día, era una muerte y un renacer simultáneo. Y ahí estaba Eduardo, esa personalidad intensa y compleja, que como bien supondrán, no siempre hizo las cosas más fáciles. Corrijo: Nunca las hizo fáciles.
Pero me entregué a sus vaivenes, a esas noches tormentosas que podían terminar en el mejor de los romances, o en un quiebre que me dejaba llorando por horas. Así de extremo. En ese momento, ingenuamente, creía que así era el amor, tomé una actitud asistencialista y protectora en cada una de sus crisis. Quiebres que serían la antesala de las consecuencias que vive actualmente.
Agradezco su presencia porque su llegada me significó volver a creer, volver a sentirme interesante y atractivo para alguien. El amor es un estado incomparable, que en sus altos y bajos, está la vida misma. En sus vericuetos te sientes más vivo que nunca antes. Eso me pasó con él, y que era algo que hace un buen tiempo no me sucedía.
Fue una relación tormentosa, sí. Ninguno quería dejar al otro, por más que lo intentáramos en reiteradas ocasiones. Pero llegó enero del 2006, tiempo de relajo, de cabeza fría y descanso. La universidad quedaba atrás, y comenzaba a programar mi año fuera de las aulas. Dejé mis dos grandes vicios hasta ese entonces: Los cigarros y a Eduardo. Porque hubo un “suficiente, esto se acaba acá” de mi parte. Pocas veces había tomado una decisión tan radical, valiente y necesaria. Lo que estábamos viviendo no era sano, no tenía un horizonte claro, y era un desgaste que no podía aguantar más. La despedida de rigor más que pena, trajo un cansancio difícil de explicar, era un agotamiento sicológico y social que duró un buen tiempo. Nuestra separación trajo consigo un cambio en mi pensamiento, en cómo pensar y abordar mis relaciones sentimentales. Podría decir que hay un antes y un después en mí en ese momento. Dejé de creer, o por lo menos así como venía creyendo. Caí en una insensibilidad y una apatía a la que nunca había asistido, En marzo de ese año, me fui a Buenos Aires en plan de sanación. Caminé, escribía mucho en las calles, sentado con mi libreta, lloré también. Fue mi exorcismo y mi duelo. Luego había que empezar algo distinto.
El proceso de sanación siguió en el taller literario al que comencé a asistir. Durante gran parte de ese año escribí una historia inspirada en mi experiencia con Eduardo. Era un proyecto de novela que permanece inconcluso. Con Eduardo hablamos en forma esporádica después de aquello, cada vez menos. Ambos tomamos caminos distintos. Mi vida comenzó a brillar gracias a gente que conocí ese año, y otras que venía conociendo hace cinco y cuyo cariño se consolidó. Estuve solo sentimentalmente ese año, quería tomar aire y descansar. Mientras la vida de él parecía oscurecerse, o por lo menos estancarse. Constantes faltas a su trabajo, tratamientos siquiátricos para tratar un cuadro de esquizofrenia que se le venía agudizando desde nuestra relación, pero que lo acompañaba desde mucho tiempo antes. Pero yo estaba en mi proceso y no quise involucrarme, por mi salud mental, en algo que había dejado atrás por voluntad propia. Hace tiempo que no sé nada de Eduardo. De eso hasta hoy...
Se conecta al Messenger y me saluda amablemente. Extraña nuestro contacto, me pregunta como estoy y que ha sido de mi vida. Yo contrapregunto y responde: "Hace cuatro meses estoy internado en el Hospital Psiquiátrico tratando mi esquizofrenia". Me estremecí. Me impactó. Jamás pensé que llegaría a ese extremo. Me dice que está bien, pero sabe que no le creo. Sentí tristeza, impotencia, me hizo recordar algunas historias pasadas que viví con él. Comenzaron a caer involuntariamente algunas lágrimas. Y fueron más. Me dice que cree que aún le queda un buen tiempo ahí, que está con permiso para estar con su familia en fiestas patrias, pero que vuelve a internarse mañana después de la hora de almuerzo. Lo amé, sí y mucho. Siempre existirá un cariño que hará que desee su bienestar dónde y con quién esté. Por eso la pena. Termino preguntándole si le gustaría que lo vaya a ver al hospital. Me dice que estaba esperando que se lo pidiera. Que tiene muchas ganas de verme.

miércoles, 29 de agosto de 2007

being Rupert Everett

Esto de volver a escribir para la prensa nacional ha disminuido mis ratos de ocio y tiempo libre. Agréguenle maratónicas jornadas de seminarios de magíster con profesores españoles que me tienen “hasta la ostia”. Todo sea por verme convertido en editor. Ahora bien, hay roles en la vida para los cuales uno no necesita de grados académicos. Convertirte en el mejor amigo gay es un papel que muchos desarrollan con mayor o menor suerte desde hace un tiempo. Cuando se instauró en nuestra sociedad que entre ellas tener un amigo gay era cool, ese a quién contarle todo, salir de compras, entrar al baño y hasta al probador de ropas juntos. Ese que conoce cada síntoma de “tus días”, el mismo que te consuela de tanto “jote”, recaída o canita al aire que te das de vez en cuando. El amigo fiel que no te mira con otros ojos, ese hermano con el lado femenino desarrollado que siempre quisiste tener. El mismo que, además, es amigo de tu novio, porque no lo ve como amenaza alguna. Por último, el que te salva de cualquier entuerto (menos cambiarle una rueda al auto, ni arreglar la gotera del baño). Con mayor y menor intensidad. Cuán menos y cuán más estereotipado, tengo tres amigas, cada una por separado, que me ven como su mejor amigo gay. El prototipo más cercano a Rupert Everett que pueden atesorar.

Empecemos por Bridget Jones. La que disfruta su primer año independiente a las faldas de “mami”. Bridget, tal como su heroína literaria y cinematográfica, vive entre desencuentros amorosos, encuentra torpes cada una de sus intervenciones sentimentales, le ha costado asumir su fisonomía como tal, aceptarla y quererla tal cual. Tenemos historias familiares en común, hablamos de las mismas estupideces y nos reímos de ellas, tenemos un código y un lenguaje difícil de descifrar. Podemos hablar horas por teléfono, somos fanáticos del sushi, de las revistas extranjeras y del buen vivir. Ambos nos criamos en barrios tradicionales, lejos de lo high class, pero nuestro gusto y licencias, son las del burgués más insoportable. Bridget es una hija del rigor, una mujer con cojones, que anda por la vida con una coraza de dureza y de una aparente parqueza que intimida, pero que si la conoces un poco más es de una sensibilidad conmovedora. Siempre hemos creído que somos hermanos karmáticos, jamás hemos envidiado el avance profesional que hemos dado cada uno por su lado, al contrario, nos alegramos como si fuera el propio. Con Bridget nos emocionamos cada vez que vemos “La Boda de mi Mejor Amigo”, esa misma emoción que traté de acallar el día de nuestra titulación, cuando Bridget al vernos a los dos titulados y con el sueño cumplido, me abraza y rompe en lágrimas. Y para calmarla, mientras todos alrededor veían la escena como un acto de impresionante complicidad, le cantaba entre susurros y lentamente: “The moment I wake up, before I put on my make up…say a little pray for you”.

Seguimos con Kylie. Si, por Kylie Minogue. Cada vez que ando con ella por la calle soy el centro de atención. Sus ojos y sus poses son igualitas a la australiana que canta “Love at first sight”. Kylie es la novia de mi mejor amigo, y por ende se transformó en una de mis más queridas amigas. Mi amigo partió este año a Buenos Aires a estudiar. Dejo sola a nuestra Kylie, y yo he tenido que ser su paño de lágrimas, su consejero, el que está pendiente de ella cuando se enferma (que no han sido pocas veces durante este año) y el que le saca una risa en los momentos difíciles. Compartimos gustos musicales y costumbres fashion. En Buenos Aires somos peligrosos. Guarden dinero y tarjetas porque no paramos. No nos cansamos de compras y vitrinas, y yo la sigo a todas, con la paciencia que se requiere. Ella conmigo, por las iguales. Nuestra Kylie hoy vive un proceso de incertidumbre, un cruce de caminos complejo. Su relación no anda de lo mejor, pero debe crecer y madurar. Esto la ayudará a ser y a convertirse en esa mujer fuerte que necesita ser. Porque resulte lo que resulte de todo esto, Kylie saldrá vencedora, por su tenacidad, su entrega y su entereza para soportar tanto vaivén inestable. Por lo pronto, yo solo le digo a mi “princesa de cuento infinito, que tan solo pretendo que cuente conmigo…”, porque “él no te ha visto temblar esperando, una palabra, algún gesto, un abrazo…él no te ve como yo, suspirando…con los ojitos abiertos de par en par, escucharle nombrarle…ay, amiga mía, lo sé y él también”.

Termino con un personaje conocido por todos. Bettie Page. Con Bettie la atracción fue casi inmediata, pero cuando nos agarramos ya no pudimos soltarnos. Somos como un imán, llevamos tres meses de amistad sin freno, y no queremos que esto pare. Somos los mejores confidentes, nos llamamos o nos mandamos mensajes de texto a las horas más impensadas. Bettie Page conoce todas mis correrías y mis historias. Y ella me ha contado las suyas. Hay momentos en los que no es necesario ni siquiera hablarnos para decirnos algo, porque con una sola mirada ya sabemos lo que estamos pensando. Esta unión ha sido tan intensa que, quienes nos conocen, se quedan asombrados, y piensan que nos conocemos de un tiempo mucho mayor. Me he quedado a dormir en su casa, y hemos conversado hasta el amanecer. No hay mayor filtro, nos contamos todo y siento que nos necesitamos cada vez más, pese a que nuestro querido Nachito ahora le quite parte de su tiempo. Nos une nuestro gusto por Italia, por las papas fritas, por la moda y el diseño, por las revistas extranjeras, y en especial, por el chocolate Cadbury de Yogurt con Frutilla. Un placer que, a diferencia de los modelitos que nos gustan, sí podemos compartir.

martes, 21 de agosto de 2007

el jaque mate de Bettie Page

El sábado fue una nueva noche. Los tres. El triángulo perfecto, ese que es mejor no narrarlo en 300 páginas para no revelar las debilidades de otro triángulo literario, ese que hoy es superventas y adorna miles de veladores de chilenos con esa foto de la cama desarmada y de sábanas blancas.

Fue una noche que comenzó de manera impensada en el Hoyts de la Reina, en pleno SANFIC, y en el estreno de una película chilena de poco presupuesto, parásita de David Lynch, de esas que pretenden contarte algo, pero que te hacen la vida imposible y no entiendes nada. Siguió en un bar cervecero de Irarrázaval, los tres en medio de un plato gigante de papas fritas. Mi amiga, que para la ocasión llamaremos Bettie Page, con una taza de café para capear el frío a pesar de su impermeable negro tan chic, Nachito atesoraba un viril vaso schopero lleno de cerveza de la casa, y el señorito Thomas, con su inevitable copa de Pisco Sour. La noche estaba fría, pero entre nosotros el ambiente era cálido, resuelto, fraternal. Nachito nos abrazaba a ambos, uno a cada lado. En los pasillos del Hoyts también anduvimos así, hasta que encontramos el sillón de Los Simpsons para sacarnos eufóricos unas fotos.

La reunión siguió en el departamento de mi querida Bettie Page, a estas alturas ya nuestra casa club. Dos botellas de vino, tres copas, Nacho y yo tirados en su cama de dos plazas, y Bettie leyéndonos sus refrescantes columnas, muy a lo Carrie Bradshaw, y muy lejos de esos bucólico-pastoriles escritos que Consuelo Aldunate publica cada martes. Entremedio, hubo declaraciones sutiles pero reveladoras. En un momento en el que Bettie Page se dirigía al toillete, y en clara ayuda a mi amiga, enfrenté a éste y le pregunté qué le parecía Bettie, que yo creía que detrás de su pose reinvindicativa y para muchos intimidante, existía la persona en busca de cariño. Así como todos. En otras palabras, que si pretendía algo, que lo hiciera y no temiera.

Sí, me hice a un lado. Nacho no puede ser más que un gran amigo para mi. En ese momento este triángulo se disolvió. Creo tener más que suficiente con lo que tengo y no quiero más. Ahora solo dependía de Bettie, la intocable, la alérgica a los “jotes”, a los enrollados. Ella, la de mal genio, la mujer del siglo XXI por antonomasia: independiente, con las cosas claras y opinión propia. Esa con cero instinto maternal, que hasta ese día aún vagaba entre tres galanes (o cuatro) que rondaban a su alrededor. Entre ellos, nuestro Nachito. Él más deseado.

Eran casi las cinco de la mañana. O casi las seis, ya no me acuerdo. El vino había sido mucho y comenzaba a hacer efecto. Como el burgués que soy pedí mi acostumbrado radiotaxi. Ese último rato intentamos unos pasos de baile, yo irracional con el “Drop it on me (Muévete Duro)” de Ricky Martin, y el Nacho intentando torpemente armar unos pasos de salsa. Besos y abrazos. Me fui. Todo quedaba en manos de mi querida Bettie Page.

Hasta hace un rato. Martes a las 2 de tarde. Bettie Page dio señales de vida. Un fin de semana abducida bajo los encantos del Nacho. Lo logró. En la comuna de Providencia parece florecer la primavera. Noches, almuerzos, tardes y cariños juntos. Él le confidenció que hace rato intentaba algo y no se atrevía. Ella se dejaba querer. “Es tres veces más adorable de lo que pensábamos”, me confesó alucinada. Mi querida Bettie se siente contenta y diría que hasta enamorada desde el otro lado del auricular. No sé que va a pasar cuando se muestren en sociedad. Nuestra Bettie Page ganó por jaque mate. Salud!

viernes, 17 de agosto de 2007

una nueva cenicienta

Llamémoslas Cenicientas, sí. Es el adjetivo menos cruel, aunque para algunos un eufemismo de un prototipo de fémina que abunda en cuanto círculo social uno se rodee. Son ese tipo de heroínas –otro adjetivo benévolamente irónico- que pasan de tener nada a tenerlo todo, o casi todo. Quizás sea un modelito familiar a la chica descrita en el post anterior. Recuerdo lo que decían de Carolina Arregui, que sin haber estudiado teatro y luego con el título de esposa del director de teleseries más importante, por ese entonces, de Canal 13, se convirtió en la protagonista de cuánta telenovela sintonizamos a la hora del té, por allá por los años ochenta. También recuerdo todos los humillantes rótulos con los que juzgaron a nuestra Cecilia Bolocco en Argentina, cuando se comprometió en matrimonio con su hoy ex marido, el octogenario Carlos Saúl Menem.

Y desde aquellos famosos ejemplos, hasta los más comunes y cotidianos, estas chicas se las traen. Pueden hacer hasta lo indecible por estar “arriba” (interprételo como quiera). En una universidad, cuyo arancel bastante elevado, permite que la mayoría pertenezca a una clase acomodada, y sólo unos pocos esforzadamente puedan estudiar, se nota, si no inmediatamente, con el correr de los años, quién es quién. Por sus amistades, por el colegio que egresaron, por sus apellidos, por sus autos, sus ropas, o simplemente por ese charm que uno que otro destacado expele.

Mariana era una chica bastante normal, nada de fea. Diría guapa y atractiva de frentón. Seguramente, con uno que otro ejemplar tuvo su discusión y rompió lazos, como a todos les pasa, pero según mi opinión, no era una chica conflictiva, sino más bien alguien bastante sociable. Demasiado. Sobre todo con el sexo opuesto. Así abundaron las malas lenguas durante los cinco años que duró la carrera. Uno y otro, “que pase el que sigue” parecía ser su máxima. Yo, Thomas Perowne, no podría especular, ni afirmar o negar al respecto porque no fui ni presa ni testigo de sus encantos. Pero hubo víctimas (y no tan víctimas) que sí admitieron haber caido a sus redes de placer. La nueva presa de nuestra Marianita, era comentario fijo después de cualquier fiesta o evento universitario extra académico.

Antes de egresar, Marianita era redactora de noticias y artículos culturales del único diario oficialista. Entrevistó a cuánto escritor, artista o músico-underground-cool se le pasara por delante. Porque aunque bailara cuanto axé, reggaeton, merengue, salsa o cualquier música pachanguera, ella hablaba de Macchu Picchu y del musical de Los Jaivas, leía a Pablo de Rokha, a Enrique Lihn y a Roberto Bolaño. La chica quería limpiar su imagen envuelta en faldas cortas de tul, brillantina en la cara y peinados vaporosos. Aunque todos sus compañeros la desconocieran vestida así en la ceremonia de titulación, todos preguntándose “De dónde se escapó esta trabajadora de la calle San Camilo??!!” Pero era nuestra Mariana, tratando de aparentar glamour, brillo y exceso en el evento donde saldría nombrada Legalmente P_ _ _ periodista.

En cuánto fue redactora de noticias y artículos en el diario, las lenguas venenosas no pararon de conjeturar que su puesto lo había conseguido con esa siempre eficiente dosis de encanto, tan suya y efectiva que encandiló a varios compañeritos. Y no se equivocaron. Hace un par de meses, la veo de la mano, comprometida seriamente con su jefe, el editor de ese mismo género y del mismo lugar donde hincó su pluma y hoy se luce con sus publicaciones dominicales. Nuestra Marianita, otra más de nuestras cenicientas, lo había logrado.

lunes, 13 de agosto de 2007

Crónica de un yo-yoísmo crónico

Ese maldito ego. Que nos levanta y que nos destruye. La insoportable vanidad de sentirnos el centro de todo, porque todo lo bueno y lo malo nos pasa a nosotros. Siempre es uno el que sabe todo primero, eso que leímos, que escuchamos, que vemos y que probamos. Todas las desgracias son propias: “Soy mujer, tengo una hija y nunca podré hacer ese grandioso trabajo que haces tú como periodista, porque eres hombre. La sociedad te cubre y puedes hacer todo eso que haces muy bien”, le decía esta conocida, por un tiempo compañera, luego amiga, y ahora sólo conocida, a un importante director de una célebre revista de periodismo narrativo peruana, y que vino a dar un seminario a periodistas en formación en una universidad privada.

Si tuviera que retratarla con lápiz y papel, la dibujaría exuberante, de piel morena, ojos expresivos y con dotes bien puestas y de notable volumen. De ropas y escotes sugerentes. Es una chica guapa y se ve bien. Por tal prototipo, cualquiera diría que es una chica superficial, de esas que cambia de novio como quién se cambia de ropa, que habla banalidades, le gustan las fiestas y la bohemia pachanguera. Pero no. Pese a sus ceñidos trajes, nuestra Angelina Jolie criolla (así le llamaremos, porque así de “exótica” es), es una mujer seria, matea. Sueña con ser una Oriana Falacci del periodismo literario. A la hora de cualquier invitado escritor que hubiese en la escuela, ella hacía lo posible por sentarse lo más cerca de él, aunque antes estuvieran las mismas autoridades de la universidad. Para la revista peruana anteriormente mencionada, redactó un perfil sobre las juergas de Pinochet durante sus años al mando de Chile. Aparecer publicada en toda Latinoamérica, aunque en ediciones limitadas y con lectores insospechados, ha sido su mayor logro profesional. Escribió su tesis sobre el Juez Juan Guzmán con la misma prepotencia de Truman Capote escribiendo “A Sangre Fría”, soñando con ganarse el Pulitzer, pero sólo recibió como premio un 5.0 de parte de la comisión de profesores.

Tan talentosa en lo profesional, pero tan sufrida en el amor. El padre de su hija es un irresponsable bueno para nada, entre demandas y lágrimas se movió por la universidad. Llorándole al hombro a cada uno de sus compañeros, culpando a su mal amor de todas las desdichas que sufría. En la última fiesta de la generación de compañeros, asistieron todos. Entrada la madrugada, comenzaron a filtrarse rumores de nuestra Angelina Jolie. Había tenidos calurosos encuentros con dos o tres compañeros esa misma noche. El rumor se expandió. Ella al saberlo, lloró desconsoladamente. Llamó a una gran cantidad de compañeros, por no decir a todos, para preguntarle uno a uno, desesperada y sollozos mediante, quién había sido el culpable de tamaño perjurio que le levantaban. Que si esto llegaba a oídos del padre de su hija, quizás el fallo judicial se revertiría en su contra. Así de dramático. Y todos estupefactos, mientras sus víctimas de esa noche loca aún no se sacaban las manchas de su lápiz labial de la boca.

A todos mira por debajo del hombro, “porque son pocos los verdaderos periodistas y los que escriben bien y tienen pluma aquí”, me dijo en reiteradas ocasiones. Hace unos seis meses, revisando una casilla de correo abandonada me encuentro con un mail de ella.
Lo reproduciré textualmente, aunque omito el nombre de los involucrados. Lo que destaco en negrita, es el verdadero propósito del mail y no otro. Se los digo porque la conozco…


Thomas: por estas cosas de la vida me encontré con un blog de XXXX donde todos le tiraban mierda a mi pololo: Juanito Pérez, periodista y crítico de música del diario La Primera. De pronto te encontré a ti, con foto incluida, diciendo estos " desafortunados llamados colegas". Quiero decirte, que son periodistas de verdad, de los que aplanan calles, de los que saben y tocan música, que escriben como nosotros quisiéramos hacerlo. Que pasan haciendo turnos los fines de semana, que su murallas están plagadas de discos, que salen tarde de los conciertos para despachar a la última edición y que escriben porque oyen y lo siento pero muchas veces hay voces, composiciones y letras, que no se oyen nada bien.
Como colega te digo: hay que tener cuidado cuando adjetivamos a los nuestros.

Saludos cordiales,
Angelina Jolie.


Sí, era sólo para decirme que estaba de novia con el aludido. Además de salir en una irrisoria defensa en nombre de su novio. Independiente a que mi acusación fuera cierta, porque dejemos claro que ese mismo noviecito que aplana calles para criticar música (jaja) se retiró del concierto de un artista antes de la primera hora del show y luego lo destroza en el periódico con una desfachatez vergonzosa.

¿Lo hará así con todos? Espero que a su novio actual, personaje célebre en las esferas de poder pero fome como él solo, que me lo presentó en un rimbombante evento social la semana recién pasada, no lo defienda tanto en las columnas de análisis político que domingo a domingo publica en el cuerpo de reportajes del mismo diario, de su antiguo novio el critico de música.

Al parecer, nuestra Angelina Jolie no descansa en sus ansias de llegar a puestos de poder y notoriedad. Todo lo excesivamente necesario para no ver dañada su épica y grandiosa egolatría.

sábado, 4 de agosto de 2007

Elisa feat. Ligabue - Gli Ostacoli del Cuore



Mi amado informante me confidencia que esta canción la rompe en el verano italiano. Viene con la letra como subtítulo para que la puedan cantar. Yo casi que me la sé de memoria. A ver si les gusta...

viernes, 3 de agosto de 2007

juegos de seducción

Nunca sospeché que un destartalado compañero de estudios provocaría tales sensaciones. Tartamudeante, pero siempre con una opinión interesante en cada una de las clases que compartimos. Conjeturo que en una época pasada tenía kilos de más, porque su anatomía así lo delata. Su mirada es profunda, pelo negro-liso-rebelde, bigotes y pera. Su voz es grave, su andar despreocupado, al igual que la ropa que usa al vestir. Siempre con unos pantalones cargo arrugados, de color oliva o marengo. Siempre de polera manga corta y de color oscuro, hasta en los días en donde el frío hace de las suyas. Y siempre con una incombustible, al parecer imperecedera chaqueta de lana burdeo con parches verticales de gamuza gastada café, que cubren su espalda y parte del frente. A simple vista, nada hace prever el seductor que se esconde tras esas mal elegidas prendas.

Hace un mes, un generoso compañero de curso –italiano de origen, como si mi karma no fuera suficiente- invitó a todo el curso a su cumpleaños número 32. Con mi nueva y entrañable mejor amiga que conocí en el mismo curso, llegamos. Ella ya me había advertido de los encantos del joven descrito en el primer párrafo, mas yo no hacía mayor caso de la evidencia. Hasta esa noche. Conversamos, uno de sus amigos y también compañero nuestro se fue antes de que la celebración tomara forma. Se acercó a nosotros y en la conversación me asaltó un comentario hasta ese momento, ingenuo, pero ahora que lo pienso, no podría juzgarlo con el mismo adjetivo. “Tienes un lado del bigote más largo que el otro ¿es puro estilo o no te habías dado cuenta?”, le dije. Asombrado, y con una sonrisa responde “En serio! No me había dado cuenta, cuando me lo corrija te muestro que tal me queda”. Fue algo así, quizá no literalmente, pero entre las risas mías, de él y de mi amiga, por tal detalle inútil y digámoslo, superficial en el que había fijado mi atención, eso tendió a responderme. Bailamos. Los tres. Su baile, sin una pizca de sincronía (y esa es la mayor gracia), fue luego bautizado como “decontructivista”. Mi amiga iba y venía. A veces quedábamos bailando solos y él no se inmutaba. Ya sé lo que deben estar pensando, pero no. O no sé. Hasta ahora, y me adelanto al final del relato, el aludido es heterosexual a tiempo completo. Pero el que no se urgiera por estar bailando con otro tipo, fue mayor razón para que tanto yo, como mi amiga lo adoráramos por su inconsciente liberalidad.

Tiene al parecer mi misma edad. Su nombre es Ignacio, más todo el curso lo conoce por su segundo nombre el cual omitiré. Sólo decir que ese segundo nombre con su apellido, hacen un juego cacofónico divertido. No le gusta su nombre oficial porque lo encuentra “como de un tipo pesado”. Confiesa que sólo su madre lo trata de esa manera, y en una insólita jugada (de su parte), después de festinar mucho nombrándolo (yo) por su nombre de pila, me autoriza a que no lo llame así, sino que le diga “Nachito”. Así de íntimo y familiar. Mi amiga asegura ya no interesarle, sin embargo cuando nos juntamos los tres, pareciera ser una competencia constante acerca de quién gana en ese insólito triángulo. Él es soltero, y por lo que deja entrever, parece que no anda en busca de nada. Así de relajado, mientras rebasa y chorrea de testosterona cualquier lugar que presencia.

Me cambiaré de curso dentro del mismo programa de estudios, o sea, cambiaré la especialidad. Él también quiere hacer lo mismo. Yo aprovecho la ocasión para, coquetamente, decirle que se cambie, que no me deje tan solo con otros compañeros distintos, y que así nos haríamos vitalicios partners. Durante la última vez que estuvimos de copas en el departamento de mi amiga, que además es su vecina, llegó la hora de irme. Al despedirnos me di cuenta que él y su mejor amigo (y compañero de curso) también dejaban el lugar. Al preguntarles porqué se iban todos, y que “por favor, sigan pasándola bien”, me dice: “No, es que si tu te vas, no es lo mismo”.

Al otro día, hablo con mi amiga y comentamos toda esta situación. Ella me llama al orden, llegó agosto y un avión cruzará el Atlántico con una persona a mi rescate. Es tiempo que el juego se termine. Porque “quién me llevará al extremo” será otro, y no precisamente el “Nachito”.

martes, 31 de julio de 2007

La joya de la familia

Hay una problemática escena en “La Joya de la Familia” que anticipa muy bien de lo que hablaré en este post. La nueva conquista de uno de los hijos de la familia, interpretada por Sarah Jessica Parker, quien es una conservadora ejecutiva neoyorkina, está sentada a la mesa junto al resto. Diane Keaton es la madre. Uno de sus hijos es gay y está sentado junto a su pareja. Diane Keaton dice la siguiente aseveración, que inaugura la discusión que viene luego: “Me hubiese gustado que todos mis hijos fuesen gays. Para que no se fueran de mi lado”. El personaje de Sarah Jessica le pregunta “Imagino que eso de que sus hijos fueran gays era una broma, no?”. La madre la queda mirando, como esperando qué más viene. Y comienza el malentendido, “no, lo decía por el desafío que eso implica para un hijo. A ningún padre le gustaría que su hijo…A todos nos gustaría que nuestro hijo fuese una persona normal”. Este intercambio de palabras, termina con la Parker corriendo y encerrándose en su pieza. En tanto, Diane Keaton, mira a su hijo gay y le dice “Hijo, te amo. Y para mi, eres más normal que cualquier otro idiota”.

Referente a este tema. Si te autodefines como homosexual, decirle o no a tu familia sobre tu orientación sexual es un tema. Personalmente es una gran piedra en el zapato. Y se hace más evidente cuando estás en una relación. Porque ya saben, cuando estamos felices nos gusta compartir con todo el mundo esa felicidad, y con mayor razón, con tu familia. Les hablaría que todo este proceso ha sido, para mi, bastante natural y se ha desarrollado sin angustias. Quizás porque lo vine a asumir bastante grande, en una etapa mucho más madura. También porque la persona que tengo a mi lado, no pretende presionarme en nada. Es más, será presentado en sociedad en las próximas fiestas patrias, pero como mi profesor de italiano. Nada más.

Dicen que las madres siempre lo saben. De la mía no sé qué pensar. Lo más probable es que sí. De un tiempo a esta parte, he sentido el miedo y la duda al conjeturar si su amor seguirá intacto luego que lo sepa. Sin embargo, no sé si sea egoísta o generoso de mi parte, pero por el momento, no quiero que de mi boca salga una palabra. Porque conozco a mi gente. Sé que el tema les preocuparía enormemente, que sería un dolor para ellos. Más aún si pensamos que el aludido, es el niño perfecto, el admirado por todos por su inteligencia, su caballerosidad, su sensatez y discreción, por ser el vocero, el embajador que podría llevar bien puesto el nombre de la familia a cualquier lugar. En pocas palabras, es “la joya de la familia”.
También sé que no debiese transar mi felicidad personal, por verlos a ellos felices. Mi plan, y lo he compartido con quién me quita el sueño, la respiración y mis pensamientos, es primero, verlos a ellos satisfechos de mis logros personales y profesionales, que sientan que me las puedo ver bien siendo independiente al bienestar económico que actualmente me brindan. Mientras más sólido me vean como persona, menos preocupación les daré. Y luego, que sea lo que sea.

Tengo la suerte de estar haciendo cosas en pos de eso. Siento que cada día que pasa construyo una pequeña parte de la obra que quiero erguir alrededor de mí. Estoy dando los pasos justos y necesarios. Pero no es el caso de todos. Para muchos este tema es mucho más complicado, porque las circunstancias son adversas. Soy un convencido que ser gay es mucho más difícil para un ciudadano de a pie, que para un burgués ilustrado con cierto roce educativo y social.

Creo tener todo bajo control. Digo “creo” porque este mundo no es para autosuficientes ni soberbios. Pero me gustaría saber su opinión respecto a este tema que pongo en la mesa. Es difícil ponerse en la piel de una madre o de un padre a quién le llega este tipo de confesión. Y más dentro de esta sociedad. (Me estoy poniendo con esto, como el personaje de Sarah Jessica Parker en la película), pero… ¿Cómo se lo tomarían ustedes?

lunes, 30 de julio de 2007

benedetto agosto

Parecía que nunca llegaría agosto. No puedo negarme al placer, al recocijo que siento al saber que estoy a pocos días de su regreso. Acabo de confesarle, por messenger, que estos dos meses fueron un siglo. A partir de hoy la cuenta regresiva va en retroceso, mi ansiedad crece y mis expectativas sólo responden al hecho de poder verlo y escucharlo de nuevo.

Me cuenta que en Italia el calor es insoportable. Yo le digo que acá, casi que nos hemos puesto insensibles al frío. Me sugiere estar bronceado, yo le pido que además de los regalos que me confesó que me traía, me trajera uno de sus besos apasionados, con el roce de esos bigotes tan masculinos, y tan inconfundibles.

Bromeamos sobre el romántico episodio de despedida cuando se fue, el 12 de junio. A ratos me da pudor. Las emociones te llevan a arrojarte a actitudes que en sano juicio jamás harías. También nos reímos, imaginándonos a ambos, durante estos dos meses, casi vestidos de monjes, con sotana y capucha café, con un lazo en la cintura, y un látigo en una mano, listos para autoflagelarnos, si existió el momento irresistible de caer en tentaciones. Compartimos un humor particular.

Está feliz. Durante su ausencia, le ayudé en las correcciones de tres tesinas que debía mandar al magíster que realiza acá, en Chile. Me cuenta que recibió la calificación de la primera tesina que envió. Un 7. No escatima en agradecimientos. Le digo que es mi héroe, él me confiesa que mi inteligencia le excita. Tenemos una tierna discusión sobre cuál de los dos es más inteligente. Él zanja el debate con un “los dos, por eso estamos juntos. De ser distinto, no sería así”. Y recuerdo la primera vez que hablamos, o no, cuando confesó su atracción hacia mí. Un rato antes a ese momento, me contó que la inteligencia de quién fuese su pareja, le hacía perder la cabeza. Que no bastaba más. El resto es historia…

Llevamos la conversación al día de su regreso. Le pido que me avise con anterioridad cuando exactamente viaja. Que el recibimiento será en grande, que depende la hora que llegue iremos a comer algo rico, que lo iré a buscar al aeropuerto. De seguro viene con exceso de equipaje.

Se despide, me dice que vuelve en un rato más. Antes, le digo si tiene El Principito, si se acuerda de la conversación del Zorro con el niñito que vive en el asteroide B 612. Me dice que sí, le digo que lo lea. Dice así:


- ¿Qué significa domesticar? Le pregunta el Principito al zorro.
- Es una cosa demasiado olvidada – dijo el zorro- Significa “crear lazos”.
- Sí – dijo el zorro-. Para mí no eres más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo…
- ¿Qué hay que hacer? –dijo el Principito.
- Hay que ser muy paciente –respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca…

Al día siguiente volvió el Principito…
- Hubiese sido mejor venir a la misma hora – dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuánto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón… Los ritos son necesarios.

domingo, 29 de julio de 2007

Abrazos vendo, abrazos doy

Amma se llama la nueva santera de origen hindú que promete cambiar la vida de la gente sólo con un abrazo. Estuvo entre los días 26 y 28 de julio repartiendo la cantidad, no menor, de 12 mil amasijos a quién se le pusiera por delante, dentro del galpón de eventos que le sube el pelo a cualquier visita que pase por Chile: Espacio Riesco.

La Abrazoterapia es el nuevo método de sanación de la temporada. Y es gratis. Para todo aquel crédulo que suponga la solución de sus conflictos emocionales, sicológicos, y se me ocurre, incluso económicos. Y dicen que Amma proyecta una energía tan conmovedora, digna de la mejor congregación con el Papa o con el Dalai Lama. Es parte de su currículum, de su campaña de marketing, para que miles de ingenuos tomen el auto, el Transantiago, o el metro línea 2 estación Terminal Vespucio Norte, para hacerse parte de este nuevo ritual que nadie conoce porqué, dónde y cuándo apareció.

Ya se habrán dado cuenta que frente a estos individuos, mi actitud es de completo cinismo. ¿Porqué habría de existir un individuo, de aquellos miles de millones de pululan por la tierra, que prometa poderes y sanación a otros millones de seres aletargados, apáticos, desilusionados, pero que al menor aviso salen corriendo en busca de un abrazo que les devuelva la paz?. No creo en los superpoderosos terrenales y que se asuman como tal. Me parece vergonzoso caer en la patética ingenuidad de una santera en busca de fieles. Más vergonzoso, me parece tener que acudir a estos medios, como auxilio urgente para que nos convenza que aún somos humanos, sensibles, que no estamos solos y que no es necesario salir a buscar dosis de afectos limitados en una “machi” hindú.

¿Se han preguntado qué nos está pasando? ¿Qué les pasa al mirar esas imágenes, conmovedoras por cierto, de llantos, abrazos y epifanías efímeras y desechables? Hemos llegado a convertirnos en robots mecánicos de nuestras propias circunstancias. Seres que no piensan y que actúan por automatismo; que toman la micro, trabajan, hablan banalidades, vuelven a la casa, saludan a sus hijos, si es que hay suerte hacen el amor con una mujer insatisfecha, duermen como lirones, y al otro día, lo mismo y lo mismo. Y que no se detienen a decir si se sienten mal o no, si algo les molesta o no, si salen a pasear, si se ríen lo suficiente, si cuentan las veces que dicen “te amo” de corazón, si se atreven a besar y abrazar a su familia, si disfrutan de aquellos momentos sencillos, pequeños, diáfanos y cotidianos de los que está hecha la vida. No, nada de eso pasa. Hace rato el mundo está enfermo por falta de emocionalidad, por un deseo constante a no mostrarnos frágiles ni vulnerables. Preferimos ser prácticos, adustos y superficiales, mientras nos criamos prejuiciosos y llenos de trancas. Porque mientras la herida se tape con cremas y maquillajes, nadie podrá darse cuenta que existe. Pero a la primera instancia, nos vamos en masa a recibir un abrazo charlatán de una curandera, creyendo que todo habrá pasado. Por lo menos, hasta la visita de un próximo falso mesías.

jueves, 26 de julio de 2007

El esperado final... en español

Un gran trabajo. Una gran lección para la editorial Salamandra.
En www.spanishhallows.blogspot.com podrán descargar en español, 8 meses antes de su edición al mercado hispanohablante, el séptimo y último libro de nuestro admirado Harry Potter.
Mirando el original, y la actual versión, puedo decirles que se trata de una muy buena traducción.
Esto merece aplausos de pie. Bien por los creadores/traductores!

viernes, 20 de julio de 2007

Mi encantador caos

Están pasando cosas. Mi mundo se mueve a mil por horas. Cuando pensaba que estos dos meses sin la persona que me arranca suspiros, ese que conoce mis secretos y mis sueños, arregla sus últimos compromisos en el país de la bota para regresar a los brazos de este chileno atribulado de proyectos, de nuevos amigos, y lo más importante: de una nueva actitud.

Estoy cerrando ciclos. Hoy renuncié a mi curso de narrativa, ese que frecuenté lunes a lunes durante un año y medio. Porque ya era suficiente. Fue difícil, una decisión asumida con nostalgia. Pero ya está. Debemos tomar opciones, decisiones. De eso está hecha la existencia humana, decía Sartre. Y vaya razón que tenía.

Pero comienzan otros. Una veintena de personajes que conocí en marzo y que prometo conocer mucho más. Por lo menos esa es la voluntad de ellos y mía. Y son grandiosos, simpáticos, interesantes y de risa fácil. Martes, jueves, y cuando tenemos seminarios con los catalanes, se agregan los viernes y sábados. Y como pronosticó uno de ellos, un italiano para más, lograremos ser una gran “familia”.

Ese postgrado que me deja desfinanciado, pero que día a día se vuelve más irresistible. Con decirles que la próxima semana, y sólo para nosotros, dará una clase magistral el director de la editorial española, esa de los libros amarillos, caros, que publica a Auster, Baricco, McEwan, Amis, Ishiguro, Ford, y hasta a Bolaño y a Zambra. Un lujo. A propósito de este magíster, estoy dejando de lado esa cesantía que ya pesaba, molestaba y se extendía como un cáncer para mis finanzas personales. Porque en unas semanas cumpliré mi sueño, ese que tenía siendo un bebé del periodismo, la figura ideal que mostraba Guido Vecchiola en la teleserie Fuera de Control como el crítico de cine Santiago Goic. Sí, comentaré películas para el más importante suplemento de espectáculos que circula en el país, dentro del llamado “decano del prensa escrita”. No puedo pedir más. Es el “sueño del pibe”.

Disculpen si he escrito poco, me prometí a mi mismo que estos relatos personales abundarían en este blog en cuánto a su periodicidad. Pero las últimas semanas han sucedido todas estas cosas. Reuniones sociales, salidas, bienvenidas a mi mejor amigo proveniente de los nevados Buenos Aires, a eso súmenle clases, trabajos, y pegas que me apasionan y que aparecieron en el circunstancial buen ánimo y arrojada personalidad de quién escribe.

Si en la superficie pasan cosas, imagínense como tengo todo en la cabeza. Han sucedido episodios, he descubierto a personajes, y por sobretodo, he madurado algunas ideas y emociones que aparentemente me tenían a full, y las he decantado. Con todo lo que les he contado hasta el momento en este blog, ustedes saben lo que me pasa emocionalmente con aquel personaje que cruzó el Atlántico hace poco menos de dos meses. Sé también que esta distancia es la prueba de fuego para lo que sucederá a su regreso. Está claro que he bajado la adrenalina al respecto. Me he llenado de dudas respecto al futuro. Prefiero concentrarme en estos logros profesionales que recién comienzan a asomar. Lo demás se verá en el camino. A veces pensar tanto hace mal. Lo mejor de todo es que solo no me he sentido. Esta semana hemos conversado virtualmente bastante seguido. Sigo expectante a su regreso.

miércoles, 4 de julio de 2007

El Síndrome Ursula

Ya se está haciendo costumbre que Pablo Illanes, creé historias y personajes de culto para las teleseries que escribe. Quiero enmarcar esto a las teleseries, porque la Bárbara Montoya de su primera novela “Una Mujer Brutal”, también resulta ser un personaje único. Cómo olvidar a la Kathy Winter, a la Alexis Opazo o al Dj Billy de “Adrenalina”. Resulta difícil borrarnos a la Sarita Mellafe o al Alex Schumacher de “Fuera de Control”. El clan Mercader en “Machos” es otro ejemplo notable, obviamente unos más recordables que otros. Ahora con la serie de culto (digo serie, porque eso parece y no una teleserie) “Alguien te Mira”, pareciera que todas sus piezas de ajedrez nos quedarán para siempre en la memoria. En especial, nuestro temido doctor Julián García. Eso es lo que hace un buen guionista, aparte de crear una buena historia.

Pero existió un personaje en “Machos”, que pese a quedar en los límites de lo olvidable resultó personificar tan bien un prototipo de figura femenina que, ahora más que nunca, pareciera abundar en nuestra fauna a la que llamamos sociedad. Ella es Úrsula. Arantzazú Yankovic encarnó a la mencionada. Era la (en un inicio) inocente, luego insistente, y por último patética pretendiente de Ariel Mercader (ese gay asexuado, pero necesario, que encarnó el tronco de Felipe Braun). Y claro, si apareció en la teleserie, es porque Ursulas abundan, y de un ejemplo de ellas se trata esta columna.

Mi Úrsula fue una compañera temporal de labores que tuve el año pasado. Por motivos laborales, conformamos una dupla, íbamos a todos lados juntos y nos comunicábamos continuamente mientras duró el trabajo en cuestión. Desde el primer día, e instigado por mi gran amiga, que para esta ocasión llamaré Floribella (ella sabe porqué) y con la cual postulamos juntos más no hicimos dupla para este trabajo, le conté la verdad sobre mi condición sexual.

Fue un momento distendido, en donde ayudó la presencia de otro chico (que resultó ser la dupla de mi amiga Floribella), al cual “la pluma” se le notaba a kilómetros, con lo cual yo quedaba a su lado con una indudable pinta de macho recio. Hasta ahí, todo bien. Comenzamos la pega, y mi increíble y no comprendido encanto, deleitó a Ursula. Tanto que, por primera vez en la vida, comencé a sentirme acosado. Medio en serio, medio en broma decía que parecíamos “marido y mujer”, escribió un post en su blog sobre mi, con unos adjetivos y pensamientos bastante subidos de tono, pero que me resultaron incómodos por lo obvio de las descripciones. Más de alguna vez propagó la idea de que creía que la homosexualidad era algo “que se pasaba”. Cosas por el estilo.

Yo continué siendo simpático, le seguí el juego, nunca jamás cambié con ella y, debo confesarlo, hice caso omiso a todos esos llamados de atención que, de cuando en cuando, me hacía. Terminó el trabajo, y el distanciamiento fue natural. La invité a mi cumpleaños, y para peor, fue con su mejor amigo gay. Como estaban tan achunchados y no conocían a nadie, yo –el rey de la noche- los invité a bailar. Y en esa ambigua danza, en la que terminé bailando (y un poco coqueteando) con él, mi Ursula de nuevo volvió a quedar relegada. Me dio pena, pero como me dijo mi amiga Floribella, eso le serviría para convencerse de que conmigo “no había vuelta”.

Meses pasaron y no supe de ella. Hace un par de meses me llama al celular y me invita al cumpleaños de una amiga: “Quiero que me acompañes, y el cumpleaños es la excusa porque lo que quiero es verte” (sic). Luego, su cumpleaños. Insistió e insistió, pero tampoco accedí. No tengo ni conozco a sus amigos, en un arranque de compasión llamé a mi amiga Floribella para saber si la había invitado y si ella iría, para no sentirme tan solo, pero tampoco tenía ganas. Después supe, por su propia boca, que había hecho una fiesta de concepto, y ese fue el rosado, toda su casa era como de Hello Kitty o de Barbie Cascanueces, y a ella le parecía una monada. Yo, frente a ella, la felicitaba y encontraba que había sido una idea coolísima, pero en realidad no pensaba lo mismo.

Hoy la vi de nuevo. Volvió a recordar el tiempo “en el que parecíamos matrimonio”, volví a sentir su mirada llena de ilusión y algo nerviosa apenas me vio cuando llegó, y casi pude sentir tragando saliva cuando le conté que estaba de novio, que pasaba dos meses de viudez, pero que estaba feliz y muy tranquilo.

Ella me contó que había vivido una aventura clandestina con un chico de la universidad, de menos edad que ella. Que era algo que le había servido, pese a lo desechable que fue, porque necesitaba sacarse de la cabeza a su ex novio (de quién, en su momento, me contó que llegó a dudar de su masculinidad), y quizás para sacarse de la cabeza a cuántos más quise agregar yo, pero me callé con una amable sonrisa en los labios.

Ahora me pregunta por messenger que como llegué a mi casa. Muy atenta. Y me resultan tristes estos casos, porque en el caso específico de ella, parece que es karmático (las sospechas con su ex novio, después yo). Claro, y como ella hay miles pululando. Y aunque hace bien para el ego…¿Han conocido a ejemplares similares?

jueves, 28 de junio de 2007

un largo fin de semana para vitrinear

DOLCE & GABBANA RUNWAY SHOW
SPRING SUMMER 2008 COLLECTION

miércoles, 27 de junio de 2007

Cuando Murphy mete las narices

“Las mujeres dicen que el hombre casado sabe más bueno…” el estribillo de esa canción de los noventa del conjunto mexicano Garibaldi, golpea fuerte y cobra más sentido que nunca por estos días. En mis días.

Porque justo cuando estoy a punto de poner “casado” en las fichas de inscripciones por internet, en mi currículum o en cuánta cosa haya que inscribirse, suceden imponderables los cuales son divertidos que acontezcan, pero que te ponen en situaciones conflictivas, que al no tener gran experiencia en las lides de la conquista, te dejan literalmente patidifuso, tartamudeando, sonrosado e impertérrito frente a los ataques donjuanescos de tanto ejemplar que se las anda dando de “cazador” por la vida.

Y no porque esta soltería obligada me mantenga casto y puro, célibe e incólume por dos meses, me voy a dejar tentar por el deseo de “pegarme la canita al aire”, y que después traiga consigo consecuencias insospechadas.

En lugares y contextos públicos –y otros no tan públicos- los he conocido. Desde que inscribí en el registro civil mi estado de “viudez temporal” ya van como tres. Desde el que te manda de regalo un trago cuando estás a la orilla de la barra de un bar, pasando por el que te mira, te conversa y te coquetea descaradamente, hasta el desvergonzado que, de frentón, te pide compañía después de una noche de baile. Todos ejemplares bastante atractivos e interesantes, pero, a lo que voy: ¿Qué fluido expelemos los comprometidos, que cuando estamos felices, alegres y tranquilos con la pareja que tenemos, aparecen miles como abejas a la miel, pero sin embargo, cuando estás más botado que micro amarilla en tiempos de Transantiago, nadie se te acerca ni porque se te cayó una moneda de diez pesos del bolsillo?

¿Será que cuando estamos enamorados la expulsión de feromonas es mayor que cuando andamos suplicando que nos cierren un ojo? Porque, personalmente, este fenómeno pasa las fronteras y los intereses masculinos. Hace un par de días, una muy buena amiga y vecina me encontró antes de tomar el colectivo que me llevaría al metro rumbo al gimnasio y me dice “Oye, qué te pasa a ti que andas tan guapo este último tiempo??”, y para salir del paso no hallé nada más original que decirle: “Bueno, es la naturaleza no más..jeje”. Y claro, es un comportamiento tanto de uno como de los otros que no tiene razones tan claras. Lo bueno de esto es que uno anda con el ego por las nubes, porque es pretendido y se siente más deseado que nunca. Lo malo. Debo confesárselos, intercambié teléfonos con uno de los tipos, el segundo para ser más exacto. Ahora cómo salir del entuerto va a ser lo bueno. Pero lo resolveré. Se los juro.

lunes, 25 de junio de 2007

Cóncavo y Convexo

Inolvidable canción del mítico Roberto Carlos, para graficar una historia de amor inexplicable, azarosa, dulce y memorable. La de dos personas tan distintas como el lugar donde nacieron. Y justamente es eso lo que la vuelve sorpresiva y mágica. Así, como ninguna otra.

Gianluca y Camilo estaban destinados a conocerse. Gianluca llegó a mitad del año pasado a Chile, proveniente de Italia. Las razones de su estancia en Chile son muchas, la mayoría de carácter académicas. Al final de este post, una de las razones de su permanencia en la capital, será Camilo. Camilo vive en Santiago, tiene veintitantos. Pasa su cesantía incrementando títulos para su currículum, escribiendo, leyendo, planificando reuniones con sus amigos entrañables, manteniendo su mente y su cuerpo activo con ejercicios de carácter integral. En su incansable gusto por los idiomas, un día como cualquiera, Camilo le comentó a una amiga que el italiano sería una lengua encantadora de conocer. Gianluca, aunque proviene del mundo humanístico, no es profesor. Pero para mantener su vida en Chile, hace clases a cercanos. Amistades en común, lugares y contextos inauditos, los llevaron a contemplarse, a hablar por ratos largos, en conversaciones telefónicas que se alargaban por dos horas como mínimo, con encuentros en donde, muchas veces y especialmente las primeras, les mantenían concentrados, mirándose y con una sonrisa coqueta en sus labios. Así, uno y otro.

Algunas semanas de clases. Profesionales hasta que sus cuerpos no resistieron más. Porque sus sensaciones se negaban a seguir escondidas. Lo caballero de ambos daba lugar a un tipo de caballerosidad más galante y romántica. Así comenzaron los regalos, los girasoles, las salidas de compras, los helados o preparar mariscos y pastas en el departamento de Gianluca, como antesalas imborrables, para momentos imborrables.

Uno de ellos fue un libro que Camilo le trajo a Gianluca desde Buenos Aires, cuya dedicatoria versaba lo insólito de la vida, acerca de estas fuerzas indescifrables que hacen que dos personas, tan ajenas como poco probables, se conocieran y quedaran encantados. Serendipity le llaman los gringos a ese fenómeno.

La banda sonora de esta historia la integran canciones de Jorge Drexler, de Cerati, de Eros Ramazzotti y Miguel Bosé. A ellos venía escuchando Camilo, triste de vuelta del aeropuerto, cuando fue a dejar a su ser amado, quien volvía a Europa por motivos laborales, académicos y familiares. Pero esta historia se niega a un final trágico. Gianluca tiene fecha de regreso a Chile para agosto, y Camilo trata de no recordarlo porque la nostalgia es inmensa. Pero su imagen se reitera y no se resiente, porque cuando no quiere recordarlo, Gianluca se cuela en sus sueños, por la noche. Razón que le hace suponer a Camilo que esto no se trata de algo superficial.

Y como Penélope esperó a Ulises, tejiendo y destejiendo. Camilo lo esperará paciente, ansioso y expectante. Porque no quiere que nadie le robe los momentos vividos, ni los proyectos por ambos planificados. Porque quiere ser fiel a la mesura que impuso Gianluca a esta relación, porque desean que esto dure por mucho tiempo. Así de idealistas. Mientras eso sucede, Camilo camina por las calles de Santiago, buscando el aroma de la bergamota que traerá de vuelta a su adorado Gianluca.

domingo, 24 de junio de 2007

Colonia de Escritores

Abandona tu vida durante 3 meses. Desaparece. Deja atrás todo lo que te impide crear esa obra maestra. Deja a tu familia, y tu trabajo y tu casa. Todas las obligaciones. Vive con gente creativa como tú. Alojamiento y comida gratis para aquellos que consigan ser seleccionados. Antes de que sea demasiado tarde. Vive la vida que sueñas

Chuck Palahniuk, Fantasmas.
“Pedro Brunetti es de esos escritores que empezaron tarde su carrera literaria. Que provienen de otras funciones y que su “ethos” viene de los talleres literarios. P.Brunetti es sólo un escritor simpático que hizo una novela simpática, nada más”. Esa fue la opinión del crítico literario Danilo Parks hacia el escritor mencionado. Y pareciera que el hecho de venir de un taller literario sea un estigma para algunos. Quizás quiera decir que no eres completamente autodidacta, que no fuiste tocado naturalmente por el don de la escritura, y que alguien tuvo que guiarte, casi como a un niño pequeño, para pulir medianamente tu estilo.

Ese es un punto. No el más importante. Pero era para introducirlos al tema y contarles que formo parte de uno de los muchos talleres literarios, que escritores y amantes de la literatura imparten en la capital. Desde el año pasado, con un grupo de 12 personas, las que han ido rotando, y cuyas personalidades y plumas son tan variadas que me han sorprendido cada tanto.

Una argentina de cincuenta, regañona y un tanto histérica. Otra de cincuenta, esta chilena, salida del mejor cuento new age, soñando con mundos con unicornios. Dulce, inspirada, una mujer soñadora. Un niñito bien –o niñita- o digámoslo bien, una vieja en cuerpo de chico de 25 años, de esos que pasean al perrito chihuahua, casi una Legally Blonde, que habla de sus amistades por el apellido que tienen, que toma el té en tazones Whittard y habla de ellos en sus cuentos, una vieja loca y de claro futuro histérico y asexuado. Un periodista de una empresa que hace estudios de publicidad -con el mismo apellido de la ex de Eliseo Salazar y que hoy conduce un matinal de televisión- pero con nulo encanto ni en personalidad ni en lo que escribía. Hay gente sin dedos para el piano simplemente. Una dueña de casa con un problema con las copas, de apellido high class, que vivía con sus niños y su marido, miembro de las fuerzas armadas y homofóbico, y que escribía cuentos costumbristas, bien chilenos y “de pueblo chico pero infierno grande”. Una treinteañera, madre de tres hijos, periodista y casada con un hombre relacionado con el arte. Siempre al día con la moda literaria y de vestir, que escribe cuentos de mujeres infieles, de amores temporalmente resucitados, en una onda muy Zambra. Así como “mi estilo es la no-pretensión, y mi historia es acerca de la historia que está o se va a contar en las siguientes páginas”. Un profesor de treinta y pocos, aparentemente serio y adusto, pero en confianza, con un carácter mucho más colorido y desenfadado. Escritor de una novela vertiginosa, de un empleado administrativo que se enamora del hijo, de 17 años, de su jefe. Un periodista veinteañero con aires fashionistas y snob, cuyos personajes en sus cuentos viven en el forestal, escuchan a Carla Bruni y le gustan las fotografías de Doisneau. Un ingeniero forestal de carácter y modales poco refinados, de hablar tosco. Muy, pero muy masculino si se quiere. Hijo de los expatriados por la dictadura y que escribe cuentos de bajos fondos y casi en lenguaje coa. Una jueza de un pueblo en las afueras de Santiago, introvertida, sin novedad, pero agradable. Este año está explotando mucho más su lado femme fatale. Un cuarentón cercano a los cincuenta, psicólogo, padre de dos o tres hijas, separado. De esos galanes maduros que cualquier soltera de su edad lo miraría con detención. Pero ojo, escribe cuentos algo autobiográficos. Si no quiere ser citado en uno de ellos, mejor no se acerque, y por último, un ingeniero civil que sólo lee libros en inglés, y que por eso en sus cuentos coloca el adjetivo antes del sustantivo, por la tradición del lenguaje anglosajón. Un nerd por donde se le mire, soltero y con claros rasgos misóginos. Amante de Dickens, Nabokov y Salinger y que, en apariencia, no sería la mejor compañía para una noche de sábado. Algunos de ellos ya no están, otros llegaron en su reemplazo. Un abogado cincuentón, de escasa cabellera, al que le molestan las críticas. Una conocida periodista muy afable, hasta “nice”, pero que en la presentación dijo que la disculparan si en la calle veía a alguno de nosotros y no nos saludaba, porque era “pésima fisonomista”. Un abogado joven que escribe una novela histórica como para quedarse dormidos sin necesidad de café, ni ningún estimulante para el sueño. Por último, un publicista agotadoramente egocéntrico, separado y que insiste en sacar a luz su condición conyugal actual en repetidas ocasiones, amante de los estereotipos y que se autodefine como un arribista. Es una fauna, liderada por nuestro guía literario, el maestro y escritor Pedro Brunetti, mencionado en el primer párrafo de nuestro cuento, un caballero inglés tan elegante como inseguro, tan culto como histérico, y tan guapo como poco espontáneo. Un escritor que sueña con escribir como los ingleses clásicos, que guarda el sueño de ser respetado en el ambiente y ser aceptado como un escritor, pese a venir de un área del conocimiento completamente distinto, codearse con el ABC1 y que, si no vendiera un solo libro, tampoco se moriría de hambre. Que habla de las profundidades, de no ser banal ni superficial, pero descubre en sus comentarios que un autor como William Somerset Maugham está “de moda” entre los escritores latinoamericanos. Un escritor tan, pero tan discreto, que como actriz de teleserie, no acepta que se metan en su vida privada. Y no hablo de comentar cuántas veces tira con su pareja diariamente, sino que cosas tan normales como a qué hora se levanta, si saca a pasear al perro, o que le gusta comer.

Este escritor que celebra junto a su docena de alumnos, lunes a lunes, el arte de la escritura y la ficción, el mismo escritor al que le aconsejo sacar cuentas a partir de agosto, porque cuatro de sus aprendices quieren hacerle una suerte de “golpe de estado” y marcharse para siempre de sus huestes y librarse de ese ambiente tan flemático como cínico de escuchar y comentar cuentos, relatos y fantasías de otros.