viernes, 3 de agosto de 2007

juegos de seducción

Nunca sospeché que un destartalado compañero de estudios provocaría tales sensaciones. Tartamudeante, pero siempre con una opinión interesante en cada una de las clases que compartimos. Conjeturo que en una época pasada tenía kilos de más, porque su anatomía así lo delata. Su mirada es profunda, pelo negro-liso-rebelde, bigotes y pera. Su voz es grave, su andar despreocupado, al igual que la ropa que usa al vestir. Siempre con unos pantalones cargo arrugados, de color oliva o marengo. Siempre de polera manga corta y de color oscuro, hasta en los días en donde el frío hace de las suyas. Y siempre con una incombustible, al parecer imperecedera chaqueta de lana burdeo con parches verticales de gamuza gastada café, que cubren su espalda y parte del frente. A simple vista, nada hace prever el seductor que se esconde tras esas mal elegidas prendas.

Hace un mes, un generoso compañero de curso –italiano de origen, como si mi karma no fuera suficiente- invitó a todo el curso a su cumpleaños número 32. Con mi nueva y entrañable mejor amiga que conocí en el mismo curso, llegamos. Ella ya me había advertido de los encantos del joven descrito en el primer párrafo, mas yo no hacía mayor caso de la evidencia. Hasta esa noche. Conversamos, uno de sus amigos y también compañero nuestro se fue antes de que la celebración tomara forma. Se acercó a nosotros y en la conversación me asaltó un comentario hasta ese momento, ingenuo, pero ahora que lo pienso, no podría juzgarlo con el mismo adjetivo. “Tienes un lado del bigote más largo que el otro ¿es puro estilo o no te habías dado cuenta?”, le dije. Asombrado, y con una sonrisa responde “En serio! No me había dado cuenta, cuando me lo corrija te muestro que tal me queda”. Fue algo así, quizá no literalmente, pero entre las risas mías, de él y de mi amiga, por tal detalle inútil y digámoslo, superficial en el que había fijado mi atención, eso tendió a responderme. Bailamos. Los tres. Su baile, sin una pizca de sincronía (y esa es la mayor gracia), fue luego bautizado como “decontructivista”. Mi amiga iba y venía. A veces quedábamos bailando solos y él no se inmutaba. Ya sé lo que deben estar pensando, pero no. O no sé. Hasta ahora, y me adelanto al final del relato, el aludido es heterosexual a tiempo completo. Pero el que no se urgiera por estar bailando con otro tipo, fue mayor razón para que tanto yo, como mi amiga lo adoráramos por su inconsciente liberalidad.

Tiene al parecer mi misma edad. Su nombre es Ignacio, más todo el curso lo conoce por su segundo nombre el cual omitiré. Sólo decir que ese segundo nombre con su apellido, hacen un juego cacofónico divertido. No le gusta su nombre oficial porque lo encuentra “como de un tipo pesado”. Confiesa que sólo su madre lo trata de esa manera, y en una insólita jugada (de su parte), después de festinar mucho nombrándolo (yo) por su nombre de pila, me autoriza a que no lo llame así, sino que le diga “Nachito”. Así de íntimo y familiar. Mi amiga asegura ya no interesarle, sin embargo cuando nos juntamos los tres, pareciera ser una competencia constante acerca de quién gana en ese insólito triángulo. Él es soltero, y por lo que deja entrever, parece que no anda en busca de nada. Así de relajado, mientras rebasa y chorrea de testosterona cualquier lugar que presencia.

Me cambiaré de curso dentro del mismo programa de estudios, o sea, cambiaré la especialidad. Él también quiere hacer lo mismo. Yo aprovecho la ocasión para, coquetamente, decirle que se cambie, que no me deje tan solo con otros compañeros distintos, y que así nos haríamos vitalicios partners. Durante la última vez que estuvimos de copas en el departamento de mi amiga, que además es su vecina, llegó la hora de irme. Al despedirnos me di cuenta que él y su mejor amigo (y compañero de curso) también dejaban el lugar. Al preguntarles porqué se iban todos, y que “por favor, sigan pasándola bien”, me dice: “No, es que si tu te vas, no es lo mismo”.

Al otro día, hablo con mi amiga y comentamos toda esta situación. Ella me llama al orden, llegó agosto y un avión cruzará el Atlántico con una persona a mi rescate. Es tiempo que el juego se termine. Porque “quién me llevará al extremo” será otro, y no precisamente el “Nachito”.

8 comentarios:

Becky dijo...

Thomas: ¿No habrá influenciado tu relato tu reciente lectura de "La razón de los amantes"? Me huele bastante a Simonetti tu fiesta, ¿o será que el triángulo amoroso está de moda?

Alejandra dijo...

Al parecer contigo sí sucede... tu querido se va por un tiempo y las tentaciones aparecen como vampiros en fiesta... pero por lo que sé... vas viento en popa y te has portado súper... ¡¡qué bien!! Y ojalá tu otro yo lo valore y el reencuentro sea como tiene que ser... de esos bien buenoa, jajajaja. Saludos mi querido amigo.

Anónimo dijo...

Thomas...cada dia mas delirante...de patio como suele decirse...pedante, patetico...digno de lastima...pero al fin humano...demasiado humano

Carola Moya dijo...

puedo dar certeza de esa testosterona explosiva.
Nada de triángulos,pero sigue elpacto, no?. La coquetería es solo un signo de amistad, para controlar tus hormonas vueltas locas... suerte con los libros, sobre todo con el historiador.

Pedro Pablo dijo...

hace un par de dias llegue a tu blog por casaulidad y no he podido parar de leer, sera que me siente muy identificado con lo que escribes, deberias escribir una novela.

Anónimo dijo...

Thomas, yo creo que lo de "heterosexual de tiempo completo" es un grueso error de apreciación de tu parte.........me inclino más a pensar en Nachito con pantalones pitillo en el Club Miel que desbordando testsosterona por ahí. De todas formas deberías sacarte el gusto de una vez por todas y explotar más tu avasallador sex charm, que importa si son hombres o mujeres, amigas o amigos, italianos o kurdos, lo tuyo claramente no tiene fronteras, eres "incontenible"..........eso creo.......o no?.

Max de Winter dijo...

uf, si lo conocieras querido "anónimo", sabrías que está lejos de pantalones pitillo, y dudo que haya pisado el Miel. Ahí radica su encanto...Sin embargo, te informo que no pasó de la humorada, él seguirá siendo atractivo, pero mis ojos ya lo miran distinto. Se ha convertido en un muy buen amigo. No estoy de ánimos para convertir a la gente a alguien que no es.

Carola Moya dijo...

"incontenible", tú lo has dicho, Mr. A. Thomas, es de aquellos que hay que sostener, para que no explote en sus arranques.