jueves, 14 de febrero de 2008

La expiación del cine


Nunca quedamos contentos con la adaptación de uno de nuestros libros preferidos llevado a la pantalla de cine. Siempre sale ganando el texto escrito. Pareciera que la palabra evoca sensibilidades que la imagen no logra captar. Si es por eso, festejemos la larga vida que le queda a la literatura, aún cuando muchos pronostican su extinción. Mi gran amor es el cine, pero confieso que tengo un amante: la literatura. Ahí cuando el celuloide decepciona, las páginas de una novela acarician mejor, me excitan y me llevan a un nivel de placer superior, de una manera como el cine no lo venía haciendo. Un libro es un refugio, que conmueve y apasiona. Cuesta encontrar esa novela que provoque tanto que mientras la lees, exclames a favor o en contra de los actos en los que se ven envueltos los protagonistas. Cuando leí “Expiación” de Ian McEwan me sucedió eso. Es una novela ambientada a mediados de los años 30, escrita en los años ochenta, por un autor que supuestamente inauguraba junto con otros de sus contemporáneos (Martin Amis, Julian Barnes, Kazuo Ishiguro), una nueva generación para las letras inglesas. Sin embargo, el tipo de narración que se da en “Expiación” tiene más asidero en un periodo anterior, decimonónico, similar al de Jane Austen. Es más, según el propio autor, la inspiración para escribir la novela la encontró en “La abadía de Northanger” de la escritora inglesa. Resulta curioso entonces el riesgo de McEwan en llevarnos a un tipo (y un tiempo) de escritura antigua como un acto de transgresión, y desde ahí, innovar y presentar algo nuevo.

Esta es la historia del hijo de la nana, acusado incorrectamente de violentar a una muchachita en las afueras de una campiña británica. En sus descargos muy posteriores contra su principal acusadora le tira en cara que su odiosa familia había encontrado en él al perfecto pervertido plebeyo, pobre y aspirante a delicado. La acusadora es la más pequeña de la familia, que trama toda esta calumnia luego que su fantasiosa imaginación crea que el hijo de la nana está violentando sexualmente a su hermana mayor, cuando la verdad es que consolidaban su amor hasta ese momento no verbalizado por ninguno de los dos, en la biblioteca de esta enorme campiña de verano. La acusadora se llama Briony y no tiene más de 13 años. La victima de su acusación es Robbie, y su hermana, Cecilia. Cee, para los amigos. Los amantes se ven separados por el envío a prisión de Robbie, y luego por la 2 Guerra Mundial donde Robbie es enviado para restar años de su condena, mientras Cecilia ya lejos de su pudiente familia, se las arregla sola como enfermera.



“Expiación” habla, por sobre todo, del arte de escribir, de la creación de personajes y del destino que les damos. Seguramente Briony y McEwan sean solo uno, porque de su pluma, o de su máquina de escribir dependen los derroteros que tomarán nuestros amantes. Esto queda claro hacia el final de la novela donde se cumple el acto de expiación de Briony.
Imposible que este portento literario no tuviese su adaptación cinematográfica. Y donde todo parece resultar un fiasco, acá está lejos de serlo. Y vaya como lo celebramos. La adaptación llevada a cabo por el diestro Christopher Hampton (“Relaciones Peligrosas” de Choderlos de Laclos, “Un americano impasible” de Graham Greene) es impecable. Casi perfecta. Eso sumado a la magistral dirección de Joe Wright (“Orgullo y Prejuicio”) que hace rozar en no pocas veces a la cinta en los terrenos clásicos, encumbrándola a ese territorio sacro de las grandes películas románticas y de guerra que el séptimo arte nos regala cada tanto. Wright nos roba el aliento con un primer acto perfecto: nos lleva a ese Edén en el día más caluroso del verano de 1935 cuando los cuerpos se desatan al “pecado”, y donde el ojo y la imaginación de una niña entre perversa y brillante, mira, juzga y condena para siempre a una pareja de enamorados. Wright continúa sobrecogiendo en una escena magistral de más de 5 minutos sin cortes, en plena Guerra Mundial, en la bahía francesa de Dunkirk donde asistimos a Robbie en su desolación y en los horrores que para ambas partes enfrentadas deja una guerra. Está ese torrente de conciencia de Robbie, donde escribe y piensa en Cecilia. (“I Love you. Come back, come back to me” repiten los amantes, a modo de penitencia mientras llega el momento del ansiado reencuentro), y por último está la reflexión sobre el arte de escribir, la literatura y la creación, en los potentes ojos azules de una Briony de setenta años representada por la inmejorable Vanessa Redgrave.



El próximo domingo 24, “Expiación” está nominada a 7 premios Oscar. La Academia quedó corta o se le hizo grande una película aún más grande que su apoteósica ceremonia de premios. Dos películas basadas también en novelas (“Sin lugar para los débiles” y “Petróleo Sangriento”) tienen todas las de ganar. Son “made in EE.UU”, y ambas son una metáfora que tiene más de tufillo político que cinematográfico. Lo que está bien pero acá hay más sutileza, elegancia, inteligencia, y por último un cine de muchísimo mayor convocatoria que dos áridos mamotretos impecablemente filmados, pero que no generan pasión ni reencanto con la gran pantalla.
Al igual que la novela, con “Expiación, deseo y pecado” (como torpemente le superpusieron en su traducción al español) no estamos frente a una película fácil en el sentido del ritmo. Hay que mantener atención porque hay un exquisito juego de montaje que tiene como fin mostrarnos los hechos desde ángulos y versiones distintas. Y el ritmo, muy fiel a la novela inglesa más tradicional, es in crescendo, pausado y delicado, como que se cuela por los dedos. No es un filme para domesticados en la acción rápida, en las persecuciones y los balazos a diestra y siniestra, donde hay buenos ejemplos, pero dejemos eso para otro rato.
Así como me dijo un colega crítico, probablemente “Expiación, deseo y pecado” no tenga sus adherentes en los más jóvenes, en los que andan buscando el cine raro, bizarro, extravagante y, por tanto, "lo moderno". Pero sí lo tendrá en aquellos paladares exigentes, en los amantes de la literatura, en los que van al cine buscando una pieza de arte verdadera y literalmente bella, en los interesados en las historias de antaño y los amores imposibles. Porque si lo piensan mejor, si “Expiación” no es una apuesta arriesgada en tiempos de montaje de video clip, efectos especiales de última generación, y comedias de grueso humor y calibre, entonces qué?