viernes, 17 de agosto de 2007

una nueva cenicienta

Llamémoslas Cenicientas, sí. Es el adjetivo menos cruel, aunque para algunos un eufemismo de un prototipo de fémina que abunda en cuanto círculo social uno se rodee. Son ese tipo de heroínas –otro adjetivo benévolamente irónico- que pasan de tener nada a tenerlo todo, o casi todo. Quizás sea un modelito familiar a la chica descrita en el post anterior. Recuerdo lo que decían de Carolina Arregui, que sin haber estudiado teatro y luego con el título de esposa del director de teleseries más importante, por ese entonces, de Canal 13, se convirtió en la protagonista de cuánta telenovela sintonizamos a la hora del té, por allá por los años ochenta. También recuerdo todos los humillantes rótulos con los que juzgaron a nuestra Cecilia Bolocco en Argentina, cuando se comprometió en matrimonio con su hoy ex marido, el octogenario Carlos Saúl Menem.

Y desde aquellos famosos ejemplos, hasta los más comunes y cotidianos, estas chicas se las traen. Pueden hacer hasta lo indecible por estar “arriba” (interprételo como quiera). En una universidad, cuyo arancel bastante elevado, permite que la mayoría pertenezca a una clase acomodada, y sólo unos pocos esforzadamente puedan estudiar, se nota, si no inmediatamente, con el correr de los años, quién es quién. Por sus amistades, por el colegio que egresaron, por sus apellidos, por sus autos, sus ropas, o simplemente por ese charm que uno que otro destacado expele.

Mariana era una chica bastante normal, nada de fea. Diría guapa y atractiva de frentón. Seguramente, con uno que otro ejemplar tuvo su discusión y rompió lazos, como a todos les pasa, pero según mi opinión, no era una chica conflictiva, sino más bien alguien bastante sociable. Demasiado. Sobre todo con el sexo opuesto. Así abundaron las malas lenguas durante los cinco años que duró la carrera. Uno y otro, “que pase el que sigue” parecía ser su máxima. Yo, Thomas Perowne, no podría especular, ni afirmar o negar al respecto porque no fui ni presa ni testigo de sus encantos. Pero hubo víctimas (y no tan víctimas) que sí admitieron haber caido a sus redes de placer. La nueva presa de nuestra Marianita, era comentario fijo después de cualquier fiesta o evento universitario extra académico.

Antes de egresar, Marianita era redactora de noticias y artículos culturales del único diario oficialista. Entrevistó a cuánto escritor, artista o músico-underground-cool se le pasara por delante. Porque aunque bailara cuanto axé, reggaeton, merengue, salsa o cualquier música pachanguera, ella hablaba de Macchu Picchu y del musical de Los Jaivas, leía a Pablo de Rokha, a Enrique Lihn y a Roberto Bolaño. La chica quería limpiar su imagen envuelta en faldas cortas de tul, brillantina en la cara y peinados vaporosos. Aunque todos sus compañeros la desconocieran vestida así en la ceremonia de titulación, todos preguntándose “De dónde se escapó esta trabajadora de la calle San Camilo??!!” Pero era nuestra Mariana, tratando de aparentar glamour, brillo y exceso en el evento donde saldría nombrada Legalmente P_ _ _ periodista.

En cuánto fue redactora de noticias y artículos en el diario, las lenguas venenosas no pararon de conjeturar que su puesto lo había conseguido con esa siempre eficiente dosis de encanto, tan suya y efectiva que encandiló a varios compañeritos. Y no se equivocaron. Hace un par de meses, la veo de la mano, comprometida seriamente con su jefe, el editor de ese mismo género y del mismo lugar donde hincó su pluma y hoy se luce con sus publicaciones dominicales. Nuestra Marianita, otra más de nuestras cenicientas, lo había logrado.

6 comentarios:

Alejandra dijo...

Jajajaja al parecer en la U había mucho especímen raro, jajajaja. Pero bueno, estas "cenicientas" están gozando de la life... es mejor dejarlas ser que seguir dándoles pantalla, más que mal ya eligieron sus estilos de vida. Así que ojalá Marianita sea feliz... Cariños.

Anónimo dijo...

Bien extraño que te llame tanto la atención....muy bien escrito en todo caso. Quien serías tu en este cuento de cenicienta, una sibila que toma nota y observa lo que ocurre o parte del mundo que no le dejo espacio a Mariana para otra cosa que no fuera putear de lo lindo, porque no creo que hayas sido el hada madrina, ya que me tinca que eres de los que se hubieras robado el vestido y cenicienta no habría ido a su baile. Leyendo el post de Angelina y este, estoy descubriendo que tenemos un gran censor en la red, muy moralista, preocupado de lo que cada uno hace con su poto

Max de Winter dijo...

Dear Annonymous:

Yo no juzgo, solo muestro. Me molestan las muestras de moralina. Juego a ser cronista, nada más.

Me gustaría que te mostraras un poco más, usando un pseudónimo o algo. Hablar desde el anonimato es muy fácil.

Se agradecen los comentarios.

valeria dijo...

No sé si será de grave o qué, pero noto, tanto en esta crónica como en la anterior, un dejo de misoginia y quizás otro de machismo. Sé que existen mujeres trepadoras y que les encanta aparentar, pero siento que tus crónicas sólo muestran tu visión sesgada de una realidad que puede ser mucho más compleja. Para mí, son más bien "caricaturas" de cierto tipo de mujeres, pero sentiría más justicia si escribieras alguna crónica de algún tipo de hombre, que deben existir varios.
Saludos.

Max de Winter dijo...

Dear Valeria:

Estas crónicas o retratos han sido construídos en base a modelos reales y verificables. Cada una de ellas, la ególatra, la promiscua, y ahora se viene "la infiel", representa una trilogía de mujeres que han marcado a mi núcleo de amistades con sus aventuras. Es una suerte de homenaje talvez, porque son representativas de un modelo, de una época y de un carácter.
No hay misoginia. Mi vida está rodeada de mujeres, mis mejores amigas son mujeres, vivo con ellas. Quizás, y esto ya en un ejercicio de psicoanálisis, mi condición sexual se deba a esto: a conocerlas tan bien que ya no me representan novedad alguna. Y machismo, menos. Lo único machista que tengo es que si ya encuentro el fútbol como un deporte inútil y sobrevalorado, ver a mujeres jugándolo me parece grotesco. Hasta ahí ha llegado mi grado de machismo.

Carola Moya dijo...

Moralista? lo dudo... creo que lo que molesta es la mojigatía en cuestión. Una zorra debe andar como tal por la vida, es màs digno, se pasa mejor y se deja menos víctimas con traumas siquiátricos. Nada de andar con la camiseta defendiendo al género. Zorras y putas, las hay, no es malo, es distinto. Las que avergüenzan son las mojigatas, que se cagan al resto y se hacen ofendidas...