domingo, 29 de julio de 2007

Abrazos vendo, abrazos doy

Amma se llama la nueva santera de origen hindú que promete cambiar la vida de la gente sólo con un abrazo. Estuvo entre los días 26 y 28 de julio repartiendo la cantidad, no menor, de 12 mil amasijos a quién se le pusiera por delante, dentro del galpón de eventos que le sube el pelo a cualquier visita que pase por Chile: Espacio Riesco.

La Abrazoterapia es el nuevo método de sanación de la temporada. Y es gratis. Para todo aquel crédulo que suponga la solución de sus conflictos emocionales, sicológicos, y se me ocurre, incluso económicos. Y dicen que Amma proyecta una energía tan conmovedora, digna de la mejor congregación con el Papa o con el Dalai Lama. Es parte de su currículum, de su campaña de marketing, para que miles de ingenuos tomen el auto, el Transantiago, o el metro línea 2 estación Terminal Vespucio Norte, para hacerse parte de este nuevo ritual que nadie conoce porqué, dónde y cuándo apareció.

Ya se habrán dado cuenta que frente a estos individuos, mi actitud es de completo cinismo. ¿Porqué habría de existir un individuo, de aquellos miles de millones de pululan por la tierra, que prometa poderes y sanación a otros millones de seres aletargados, apáticos, desilusionados, pero que al menor aviso salen corriendo en busca de un abrazo que les devuelva la paz?. No creo en los superpoderosos terrenales y que se asuman como tal. Me parece vergonzoso caer en la patética ingenuidad de una santera en busca de fieles. Más vergonzoso, me parece tener que acudir a estos medios, como auxilio urgente para que nos convenza que aún somos humanos, sensibles, que no estamos solos y que no es necesario salir a buscar dosis de afectos limitados en una “machi” hindú.

¿Se han preguntado qué nos está pasando? ¿Qué les pasa al mirar esas imágenes, conmovedoras por cierto, de llantos, abrazos y epifanías efímeras y desechables? Hemos llegado a convertirnos en robots mecánicos de nuestras propias circunstancias. Seres que no piensan y que actúan por automatismo; que toman la micro, trabajan, hablan banalidades, vuelven a la casa, saludan a sus hijos, si es que hay suerte hacen el amor con una mujer insatisfecha, duermen como lirones, y al otro día, lo mismo y lo mismo. Y que no se detienen a decir si se sienten mal o no, si algo les molesta o no, si salen a pasear, si se ríen lo suficiente, si cuentan las veces que dicen “te amo” de corazón, si se atreven a besar y abrazar a su familia, si disfrutan de aquellos momentos sencillos, pequeños, diáfanos y cotidianos de los que está hecha la vida. No, nada de eso pasa. Hace rato el mundo está enfermo por falta de emocionalidad, por un deseo constante a no mostrarnos frágiles ni vulnerables. Preferimos ser prácticos, adustos y superficiales, mientras nos criamos prejuiciosos y llenos de trancas. Porque mientras la herida se tape con cremas y maquillajes, nadie podrá darse cuenta que existe. Pero a la primera instancia, nos vamos en masa a recibir un abrazo charlatán de una curandera, creyendo que todo habrá pasado. Por lo menos, hasta la visita de un próximo falso mesías.

2 comentarios:

valeria dijo...

a mí me basta con un abrazo de mi mami...

Nadiezhda dijo...

Yo creo que los abrazos sanan el alma, pero no necesito que venga alguien que no conozco para un abrazo, para tengo personas espaciales que están conmigo.

Con repesto a estas cosas, yo hace rato que tengo la idea de crear una secta religiosa en la que la Gata sea el símbolo y cobrar a quienes quieran adorarla, jejejejeje