martes, 18 de septiembre de 2007

El Primero

Hay personas que jamás dejarán de existir en tu vida. Personas que dejaron recuerdos imborrables, marcas imposibles de arrancar. Eduardo, y uso su nombre original, representó aquel momento de cambio e incertidumbre. En su figura remito todo el gran descubrimiento que significó autodefinirme bajo la condición sexual que llevo actualmente. La llegada de Eduardo a mi vida significa, quizás, el gran quiebre del inicio de mi vida adulta.
Nuestra relación duró un año. Comienza en la Nochebuena del 2004, y termina a mediados de enero del 2006. El 2005 fue un año difícil en lo personal. Práctica profesional, fin de la carrera, entrega de tesis, examen de grado y Eduardo. Un vendaval que trajo consigo todo lo que soy, sentimental y emocionalmente, hoy. Era el fin de una etapa, la del estudiante, y el lógico comienzo de una vida adulta, en donde supuestamente debía salir al mundo, mostrarme y valerme de manera autónoma e independiente. La búsqueda incesante de trabajo, la incertidumbre por lo inútil que se hacía esa búsqueda, y el acomodo a esta nueva condición que apelaba a mi mundo interior. Día tras día, era una muerte y un renacer simultáneo. Y ahí estaba Eduardo, esa personalidad intensa y compleja, que como bien supondrán, no siempre hizo las cosas más fáciles. Corrijo: Nunca las hizo fáciles.
Pero me entregué a sus vaivenes, a esas noches tormentosas que podían terminar en el mejor de los romances, o en un quiebre que me dejaba llorando por horas. Así de extremo. En ese momento, ingenuamente, creía que así era el amor, tomé una actitud asistencialista y protectora en cada una de sus crisis. Quiebres que serían la antesala de las consecuencias que vive actualmente.
Agradezco su presencia porque su llegada me significó volver a creer, volver a sentirme interesante y atractivo para alguien. El amor es un estado incomparable, que en sus altos y bajos, está la vida misma. En sus vericuetos te sientes más vivo que nunca antes. Eso me pasó con él, y que era algo que hace un buen tiempo no me sucedía.
Fue una relación tormentosa, sí. Ninguno quería dejar al otro, por más que lo intentáramos en reiteradas ocasiones. Pero llegó enero del 2006, tiempo de relajo, de cabeza fría y descanso. La universidad quedaba atrás, y comenzaba a programar mi año fuera de las aulas. Dejé mis dos grandes vicios hasta ese entonces: Los cigarros y a Eduardo. Porque hubo un “suficiente, esto se acaba acá” de mi parte. Pocas veces había tomado una decisión tan radical, valiente y necesaria. Lo que estábamos viviendo no era sano, no tenía un horizonte claro, y era un desgaste que no podía aguantar más. La despedida de rigor más que pena, trajo un cansancio difícil de explicar, era un agotamiento sicológico y social que duró un buen tiempo. Nuestra separación trajo consigo un cambio en mi pensamiento, en cómo pensar y abordar mis relaciones sentimentales. Podría decir que hay un antes y un después en mí en ese momento. Dejé de creer, o por lo menos así como venía creyendo. Caí en una insensibilidad y una apatía a la que nunca había asistido, En marzo de ese año, me fui a Buenos Aires en plan de sanación. Caminé, escribía mucho en las calles, sentado con mi libreta, lloré también. Fue mi exorcismo y mi duelo. Luego había que empezar algo distinto.
El proceso de sanación siguió en el taller literario al que comencé a asistir. Durante gran parte de ese año escribí una historia inspirada en mi experiencia con Eduardo. Era un proyecto de novela que permanece inconcluso. Con Eduardo hablamos en forma esporádica después de aquello, cada vez menos. Ambos tomamos caminos distintos. Mi vida comenzó a brillar gracias a gente que conocí ese año, y otras que venía conociendo hace cinco y cuyo cariño se consolidó. Estuve solo sentimentalmente ese año, quería tomar aire y descansar. Mientras la vida de él parecía oscurecerse, o por lo menos estancarse. Constantes faltas a su trabajo, tratamientos siquiátricos para tratar un cuadro de esquizofrenia que se le venía agudizando desde nuestra relación, pero que lo acompañaba desde mucho tiempo antes. Pero yo estaba en mi proceso y no quise involucrarme, por mi salud mental, en algo que había dejado atrás por voluntad propia. Hace tiempo que no sé nada de Eduardo. De eso hasta hoy...
Se conecta al Messenger y me saluda amablemente. Extraña nuestro contacto, me pregunta como estoy y que ha sido de mi vida. Yo contrapregunto y responde: "Hace cuatro meses estoy internado en el Hospital Psiquiátrico tratando mi esquizofrenia". Me estremecí. Me impactó. Jamás pensé que llegaría a ese extremo. Me dice que está bien, pero sabe que no le creo. Sentí tristeza, impotencia, me hizo recordar algunas historias pasadas que viví con él. Comenzaron a caer involuntariamente algunas lágrimas. Y fueron más. Me dice que cree que aún le queda un buen tiempo ahí, que está con permiso para estar con su familia en fiestas patrias, pero que vuelve a internarse mañana después de la hora de almuerzo. Lo amé, sí y mucho. Siempre existirá un cariño que hará que desee su bienestar dónde y con quién esté. Por eso la pena. Termino preguntándole si le gustaría que lo vaya a ver al hospital. Me dice que estaba esperando que se lo pidiera. Que tiene muchas ganas de verme.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Entereza, y fuerza amigo mio...te quiero.

Andrés.

valeria dijo...

Los primeros amores siempre son tormentosos. Eso pensaba comentarte mientras leía tu post... pero al llegar al final, quedé plop. Pucha, no sé qué decirte más que tengas mucha fuerza y claridad en tu encuentro con él.
Saludos.

ff dijo...

Carlos...
Más que darte mi apoyo (que sabes que siempre lo tendrás y que no hace falta decirtelo y recordártelo) creo... no, de hecho lo afirmo tienes una capacidad de escribir excelente, incluso creo sinceramente que deberias hacer un libro con todo lo que has escrito o continuar alguna de tus historias.
Siempre es un agrado leerte, no sabes como me enganchan tus historias...
eso es. Nos vemos pa SODA!!!!
Chau Total

Anónimo dijo...

Dear Burgues,
Tu post me ha tocado el alma, porque tengo recuerdos de amores parecidos, malditos, dramaticos, histrionicos, dolorosos y, a la larga, romanticos e inolvidables. Aunque en su momento lo pase pesimo, tambien debo reconocer que mi corazon nunca latio mas fuerte que en esos dias. Amor y dolor parecian la misma cosa y me tomo mucho tiempo darme cuenta que no tenian que ir siempre juntos.
Un abrazo,
M

Max de Winter dijo...

Hey Luchis.... who is "Carlos"?

Anónimo: gracias por compartir el sentimiento y la vivencia de un amor inolvidable pero doloroso. Eso si, sigues siendo tan anónimo...por lo menos sé que la inicial de tu nombre (o tu apellido, ya ni sé) es M. Ojalá te sigas revelando a través del tiempo.

Pedrito dijo...

Hace un tiempo, llegue a tu blog por casualidad, escribes increible, transmites emociones, deberias escribir una novela y publicarla, yo la compraria seguro. Sigue escribiendo...

Nadiezhda dijo...

Me emocioné, es bueno dejar malos amores, yo nunca aprendo...