martes, 29 de abril de 2008

the sugar is raw

El diabólico, hilarante e inevitable beat inicial de “4 minutes” hacía presagiar todo. Su majestad (Her madgesty, como le dicen en gringolandia en un juego de palabras con su nickname “Madge”) está de regreso. A un par de meses de cumplir los 50 años, esta mujer que se ha paseado por todos los estilos musicales y de imagen que ha logrado imponer (y porqué no, que le han impuesto), vuelve con un disco tan fresco, pero que a la vez parece haber sido escuchado tantas veces. Y vuelve a impactar y porqué no decirlo, a recuperarnos la fe. Y aunque el personaje mismo dejó de ser solo un mero referente para la industria discográfica (aparte de incursionar en el cine, está en cuánta campaña “solidaria-mundial” exista y es rostro principal de todas ellas) lo que acá nos convoca es su nuevo experimento musical, que fue lanzado hoy, 29 de abril, a nivel mundial. Hay un claro antes y después en su carrera como cantante: El disco “Ray of Light” (1998) con su reconvención al Kabbalah y su maternidad, la hizo virar hacia una electrónica etérea y compleja para el gran público. Personalmente, es el mejor disco de su carrera. William Orbit fue el productor. Luego vino “Music” y la paleta de colores se amplió. Mucho trip hop y beats electrónicos más sofisticados de la mano del productor Mirwais. Entregó un sonido más amable para los oídos del mundo (digo esto, pero no olvidar que Madonna siempre será Madonna, así como el pop siempre será pop. Se entiende?) y un par de hits inolvidables: "Music" y "Don’t tell me". Lo primero que escuchamos del incomprendido “American Life” fue “Die Another Day”, el tema compuesto para la película homónima del agente secreto James Bond. Luego vino un grito antibélico con la polémica de rigor por el video del single "American life" (un desfile de modas que terminaba con tanques y bombas). Y es que Maddie tenía que ponerse a tono con el discurso oficial que repudiaba el ataque a Irak por el señor presidente de los EE.UU. “American Life” fue un fracaso de crítica y en ventas. La faceta aguerrida de la chica material no gustó a todos. Poco duraría el desencanto, porque Madonna se saca las ropas color verde militar y las cambia por lycras y corsés, peinados a lo Farrah Fawcett y la onda disco tiene su revival. Porque la consigna acá parece ser que la fiesta es eterna. “Confessions on a Dancefloor” fue vendido como un disco hecho para la pista de baile. Y lo era, pero para una pista de baile de discotheque gay, con ese trance electrónico inacabable y que solo a ratos resultaba pegajoso. Es un buen disco, que la devuelve a su faceta más pop. A la Madonna de siempre, la reina de la fiesta. Pero vendría más y mejor.



Como ya lo he comentado con varios, Hard Candy suena más a “melt” (fundido, derretido…entiéndase como “pegajoso”) que a hard. “4 minutes”, ese notable dúo con el igualmente notable Justin Timberlake es solo el comienzo. Porque el verdadero disco bailable y pop está acá y no en “Confessions…”. Acompañada de Pharell, Kanye West, Timbaland y el propio Justin, Madonna se aleja de la electrónica elaborada, de la religión que predicaba en “Ray of Light” y se lanza un trabajo con la simpleza de la Madonna de los ochenta, pero con la modernidad de los tiempos que corren. “Candy Shop”, el primer corte presenta parecidos al pop negro de Janet Jackson. “Give it 2 me” es un corte imparable, quizás uno de los mejores tracks del disco. La fiesta está desatada. “Heartbeat”, “Beat Goes on” y “Dance 2night” son dignos ejemplos de la factoría "timba-lake" (Timbaland-Timberlake) pero siempre con el fraseo sencillo y toque dance. “She’s not me” e “Incredible” son tracks que sorprenden por su experimentación. Si se escuchan con detención (y tampoco vale tanta) notarán que en ellos hay dos y hasta tres canciones distintas en una sola composición. Es un riesgo, que viene bien, al que nos acostumbramos y terminamos aplaudiendo. “Miles Away” es menos dance, pero es la prueba fehaciente de que en este disco Madonna vuelve a la sencillez de los singles del comienzo de su carrera. Por esto, no suena antojadizo decir que “Miles Away” solo a la primera oída se convierte en un clásico instantáneo. Por último, y nunca exenta de influencias, “Devil wouldn’t recognize you” es un track que suena tan a “What goes around…comes around” de Justin, que parece difícil no imaginar la importancia que tuvo el músico en la arquitectura de Hard Candy.
La reina ha vuelto. Ya es un hecho, y lo demuestra con este disco. El mejor en mucho tiempo. Más limpio, más urbano, más simple y directo en lo que quiere lograr. Un disco para tener y atesorar como el ejemplo del mejor pop. Ese que se baila y no cansa. El caramelo más pegajoso que puede llegar a tus manos.

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