Ya ví los primeros cuatro episodios de la quinta temporada de Nip/Tuck. Porque los cirujanos plásticos más extremos de Miami se cansaron de las arenas blancas y las palmeras, pero continúan con las altas temperaturas. Esta vez, al pie de los míticos montes que parecen hechos de celuloide. Christian Troy y Sean McNamara se mudan a Los Ángeles. Lugar de sueños, estrellas y promesas de fama incumplidas. El valle por donde pululan miles buscando popularidad y una portada en “In Touch”, “Us”, y si la suerte anda bien, en “People”. Si no quieren saber de qué va esta nueva provocación de Ryan Murphy (el creador de esta adictiva serie), les recomiendo no seguir leyendo, porque a continuación daré a conocer unos cuantos spoilers que pueden matarle la sorpresa a muchos.
La escena abre y se oye a Michael Bublé con "The best is yet to come". Imposible mejor indicador para saber lo que se viene luego. Christian y Sean llevan unos cuantos meses instalados con una clínica en Los Ángeles y aún no estrenan pabellón ni bisturís. Están preocupados. Con decirles que hasta los peces del acuario les quieren embargar, mientras matan el tiempo encestando tiros en una malla de basquetbol que tienen dispuesta al medio de la sala de operaciones. Idean ir a fiestas para hacerse promoción y se encuentran con una agente publicitaria que los salva del derrumbe: les ofrece participación en la creación y en la salida al aire (o sea, actuando) en una serie de televisión de cirugías plásticas llamada “Hearts ‘n Scalpels”. Y acá comienza lo interesante, porque veremos una serie dentro de otra igual. Una suerte de metalenguaje que, claro, es tratado como la más básica entretención, pero que un ojo agudo valora como un acierto del guión. A Christian lo “borran” de pantalla y Sean comienza a ser acosado como la nueva estrella de televisión. Tanto, que comienza a salir con una actriz del elenco, la que tiene problemas con un síndrome de sobrepeso, baypasses gástricos, y un autoestima por los suelos. Y Christian, menoscabado en su enorme ego, instiga a esta agente para subir sus bonos de popularidad. La oferta: una sesión de fotos donde el doctor aparecerá desnudo para una revista para mujeres, pero que en realidad leen los gays, “la mafia gay” como le llaman en la serie, esa que es poderosa en influencia, el circuito “hype” como le llamarían en la jerga coolhunter, y que unido a la notoriedad alcanzada por su colega en la serie de televisión, le servirá a la dupla para estrenarse profesionalmente en esta nueva ciudad. Los clientes les llueven, y como ya nos tienen acostumbrados…vaya qué clientes tienen. Comenzando por las dobles de Marilyn Monroe que se pasean por el Paseo de la Fama y que protagonizan una de las mejores imágenes que nos ha entregado la serie: Troy siendo rodeado por estas dos símiles a la diva de los 50 después de una noche de sexo.
La familia está lejos. Christian y Sean viven solo con el pequeño Wilber, el hijo adoptivo de Christian al que finalmente le entregan la tuición durante la cuarta temporada. Julia vive en Nueva York junto a sus hijos menores, Annie y Connor, el menor con malformaciones en las manos que nació durante la temporada anterior. Julia en un llamado telefónico, les avisa a la dupla que irá a visitarlos porque quiere contarle a Sean que tiene una nueva pareja, “Ollie” (la actriz Portia de Rossi, en la vida real pareja de la comediante Ellen DeGeneres). Sí, Julia luce su nueva condición de lesbiana. Y a Sean le baja el previsible machismo de porqué su ex esposa se convirtió al lesbianismo después de dejarlo. Ollie tiene una hija, Eden una adolescente bastante sugerente que llega a la consulta de Sean para que le recomponga su himen que fue dañado luego de un accidente ecuestre. De ahí, la relación de Eden con Sean es como una nueva versión de “Lolita” de Nabokov, o una nueva lectura del personaje de Kevin Spacey en “Belleza Americana”. Agréguenle a eso a Annie, que influenciada por su nueva hermanastra Eden, le pide a su padre una liposucción para conquistar a un chico de la escuela. Y como su padre se la niega, cede a las exigencias de Eden para que experimente con la bulimia. En paralelo, y por accidente, Christian se convierte en un gigoló por las noches, seduce mujeres y le pagan por una sesión de sexo. Eso, hasta que una de sus clientes le pide cumplir una fantasía de hielos en una bañera, de hipotermia y posterior “resurrección” mediante el acto sexual, práctica que la lleva al borde de la muerte y que Christian se arrepiente, reza en una iglesia y expía sus malas acciones ayudado por una monja, a la que acaba de reducirle las pechugas y que la convertirá, después de un pasado no tan santo, en una real sierva de Dios. Por otra parte Matt, el hijo de Sean y Christian, que acaba de ser padre de una niña que tuvo con la díscola de Kimber, llega a pedir ayuda a sus padres, porque de nuevo Kimber lo ha abandonado y él queda en calidad de padre soltero. Los padres lo apoyan, pero acto seguido, vemos a Matt llegar a una pieza de hotel toda destartalada, con el bebé a cuestas, y con Kimber sentada en el suelo de la cocina, drogada y como pidiendo que le inyecten nuevas dosis de cocaína. Matt se une en el juego, y la escena impacta, terminando con la pareja en una intensa escena de sexo, drogas y rock ‘n roll de fondo.
Así es como todo este exceso vuelve, y renovado. Porque el show de televisión en el que se ven envueltos los doctores actúa como un interesante telón de fondo. Porque con el correr de los episodios, nos revela detalles escabrosos del glamoroso mundo de Hollywood y la industria del entretenimiento. Desde adentro, desde ellos mismos. Una disección profunda en lo más patético del star system, y Nip/Tuck es el injerto morboso para espectadores hambrientos por más.
La escena abre y se oye a Michael Bublé con "The best is yet to come". Imposible mejor indicador para saber lo que se viene luego. Christian y Sean llevan unos cuantos meses instalados con una clínica en Los Ángeles y aún no estrenan pabellón ni bisturís. Están preocupados. Con decirles que hasta los peces del acuario les quieren embargar, mientras matan el tiempo encestando tiros en una malla de basquetbol que tienen dispuesta al medio de la sala de operaciones. Idean ir a fiestas para hacerse promoción y se encuentran con una agente publicitaria que los salva del derrumbe: les ofrece participación en la creación y en la salida al aire (o sea, actuando) en una serie de televisión de cirugías plásticas llamada “Hearts ‘n Scalpels”. Y acá comienza lo interesante, porque veremos una serie dentro de otra igual. Una suerte de metalenguaje que, claro, es tratado como la más básica entretención, pero que un ojo agudo valora como un acierto del guión. A Christian lo “borran” de pantalla y Sean comienza a ser acosado como la nueva estrella de televisión. Tanto, que comienza a salir con una actriz del elenco, la que tiene problemas con un síndrome de sobrepeso, baypasses gástricos, y un autoestima por los suelos. Y Christian, menoscabado en su enorme ego, instiga a esta agente para subir sus bonos de popularidad. La oferta: una sesión de fotos donde el doctor aparecerá desnudo para una revista para mujeres, pero que en realidad leen los gays, “la mafia gay” como le llaman en la serie, esa que es poderosa en influencia, el circuito “hype” como le llamarían en la jerga coolhunter, y que unido a la notoriedad alcanzada por su colega en la serie de televisión, le servirá a la dupla para estrenarse profesionalmente en esta nueva ciudad. Los clientes les llueven, y como ya nos tienen acostumbrados…vaya qué clientes tienen. Comenzando por las dobles de Marilyn Monroe que se pasean por el Paseo de la Fama y que protagonizan una de las mejores imágenes que nos ha entregado la serie: Troy siendo rodeado por estas dos símiles a la diva de los 50 después de una noche de sexo.
La familia está lejos. Christian y Sean viven solo con el pequeño Wilber, el hijo adoptivo de Christian al que finalmente le entregan la tuición durante la cuarta temporada. Julia vive en Nueva York junto a sus hijos menores, Annie y Connor, el menor con malformaciones en las manos que nació durante la temporada anterior. Julia en un llamado telefónico, les avisa a la dupla que irá a visitarlos porque quiere contarle a Sean que tiene una nueva pareja, “Ollie” (la actriz Portia de Rossi, en la vida real pareja de la comediante Ellen DeGeneres). Sí, Julia luce su nueva condición de lesbiana. Y a Sean le baja el previsible machismo de porqué su ex esposa se convirtió al lesbianismo después de dejarlo. Ollie tiene una hija, Eden una adolescente bastante sugerente que llega a la consulta de Sean para que le recomponga su himen que fue dañado luego de un accidente ecuestre. De ahí, la relación de Eden con Sean es como una nueva versión de “Lolita” de Nabokov, o una nueva lectura del personaje de Kevin Spacey en “Belleza Americana”. Agréguenle a eso a Annie, que influenciada por su nueva hermanastra Eden, le pide a su padre una liposucción para conquistar a un chico de la escuela. Y como su padre se la niega, cede a las exigencias de Eden para que experimente con la bulimia. En paralelo, y por accidente, Christian se convierte en un gigoló por las noches, seduce mujeres y le pagan por una sesión de sexo. Eso, hasta que una de sus clientes le pide cumplir una fantasía de hielos en una bañera, de hipotermia y posterior “resurrección” mediante el acto sexual, práctica que la lleva al borde de la muerte y que Christian se arrepiente, reza en una iglesia y expía sus malas acciones ayudado por una monja, a la que acaba de reducirle las pechugas y que la convertirá, después de un pasado no tan santo, en una real sierva de Dios. Por otra parte Matt, el hijo de Sean y Christian, que acaba de ser padre de una niña que tuvo con la díscola de Kimber, llega a pedir ayuda a sus padres, porque de nuevo Kimber lo ha abandonado y él queda en calidad de padre soltero. Los padres lo apoyan, pero acto seguido, vemos a Matt llegar a una pieza de hotel toda destartalada, con el bebé a cuestas, y con Kimber sentada en el suelo de la cocina, drogada y como pidiendo que le inyecten nuevas dosis de cocaína. Matt se une en el juego, y la escena impacta, terminando con la pareja en una intensa escena de sexo, drogas y rock ‘n roll de fondo.
Así es como todo este exceso vuelve, y renovado. Porque el show de televisión en el que se ven envueltos los doctores actúa como un interesante telón de fondo. Porque con el correr de los episodios, nos revela detalles escabrosos del glamoroso mundo de Hollywood y la industria del entretenimiento. Desde adentro, desde ellos mismos. Una disección profunda en lo más patético del star system, y Nip/Tuck es el injerto morboso para espectadores hambrientos por más.
Para Buenos Aires, dedicado a mi gran amigo G. que llega pronto a Santiago a pasar las vacaciones de verano.